VIVENCIAS

¿Mentes progesistas o liberales de pensamiento?

A medida que adelantamos en la vida, vamos conociendo la gente con la cual compartimos, sin embargo, toda persona es el centro de un círculo de cuya ineludible circunferencia no puede escapar, de ahí, que no basta con tener grandes cualidades, si no se es capaz de remontarse más allá de los límites de su propio carácter.

Comparto con Amiel, encontrarme perplejo y “recogido dentro de la vida impersonal, desinteresada y objetiva del pensamiento”, aunque importa mucho cuidar de no confundir a la verdadera opinión con las argucias y lo que se esconde detrás que la suplanta.

Para Miguel de Unamuno en Del sentimiento trágico de la vida (Madrid: Renacimiento Sociedad Anónima Editorial, 1913, p. 130), “nuestras doctrinas no suelen ser, sino la justificación a posteriori de nuestra conducta, o el modo como tratamos de explicárnosla para nosotros mismos”.

Combatir las ideas de otros es tarea inútil. Como escribiera Alejandro Dumas, hijo, en el Hijo natural en 1858 “las opiniones son como los clavos: mientras más se golpea contra ellas, más penetran”, una realidad de la que no es posible desprenderse, porque en igual forma que los clavos, pueden adherirse con mayor fuerza y volverse más radicalizadas y ácidas cuando se enfrentan a críticas.

Formamos nuestros juicios sobre el accionar humano por el pesar que pueda causarnos, sentimientos que como cuerdas más valdría no hacer vibrar, porque conducen a toda sospecha como indicio desfavorable contra quienes forman su criterio en la soledad de la desconfianza y la frustración.

Lo anterior como preámbulo de un próximo articulo sobre la unión de personas del mismo sexo.

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