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Desde mi pluma

La memoria histórica

Esta semana, el presidente Luis Abinader expresó estar de acuerdo con la posibilidad de convertir la “Casa de Caoba” del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina en un museo, una idea que ha despertado comentarios a favor y en contra, generando un debate necesario sobre la memoria histórica y el papel que deben jugar los lugares que albergan vestigios de un “pasado oscuro”.

En mi opinión, resulta muy interesante esta propuesta para recordar una época que marcó la historia de República Dominicana de una manera indeleble y cuyo espacio en museos y otros escenarios culturales es muy limitado.

Conforme crecía y aprendía todo lo que significaron esos 31 años de régimen, me preguntaba por qué no se había tomado una iniciativa semejante para que la sociedad no olvide y las generaciones venideras conozcan lo que su pueblo atravesó y lo que no pueden permitir suceda de nuevo.

No solo me lo preguntaba como niña curiosa, sino también como sancristobalense, pues en mi provincia hay demasiados remanentes físicos de ese periodo y para mí, están siendo desperdiciados, renegados al abandono y al olvido, cuando podrían estar siendo de provecho educativo.

Esto último lo externo porque lejos de ser una apología a la dictadura ni una exaltación a la figura del tirano, lo cual está prohibido por la ley, motivaría a preservar y defender nuestra democracia, nuestra libertad, esa por la que corrió tanta sangre y se laceraron tantos derechos humanos.

Una casa no es historia, sino lo que ella representa. La preservación de la historia no implica glorificar ni justificar los actos de un régimen autoritario, sino más bien aprender de ellos para no repetir los errores del pasado.