SIN PAÑOS TIBIOS
Tambores de reforma fiscal
Más allá de si es necesaria o impostergable, hay puntos de coincidencias en cuanto a la reforma fiscal, sobre todo en cuanto a su carácter integral y estructural. Existen diferencias de enfoque en relación a su gradualidad, sostenibilidad, amplitud, profundidad, pero, la certeza de su inevitabilidad es manifiesta, máxime cuando hablamos de tomar medidas que debieron de haberse implementado hace tiempo, y que los intereses políticos de corto plazo –o circunstancias adversas– lo impidieron.
Asimismo, hay preocupaciones legítimas en cuanto a si sólo se debe de hablar de cómo ingresar más recursos a la caja, y no de cómo hacer más eficiente y razonable el gasto gubernamental.
Por formación profesional y tradición familiar, el presidente Luis Abinader ha dado prioridad a organizar las cuentas, aunque para él, en tanto político y estadista, no sólo se trata de cuadrar presupuesto, disminuir déficit público y cerrar brechas, sino también de actualizar el marco jurídico impositivo y crear las bases que garanticen el crecimiento económico de los próximos 30 años, en condiciones de equidad, sostenibilidad y estabilidad política.
De cara a la concreción material de la reforma coinciden la necesidad (financiera), la voluntad (política) y la capacidad (legislativa), y aunque aún no se conoce el documento oficial de propuesta, ya la sociedad ha comenzado a pronunciarse; tanto a nivel de sus instancias políticas o asociativas organizadas, como a título individual –a través de opiniones de particulares en sus diferentes ámbitos de interacción–, ¡y que bueno que así sea!, pues eso demuestra el nivel de preocupación, empoderamiento y participación ciudadana, fundamento esencial para la construcción de democracia.
Cuando el gobierno anunció que iba a por la reforma liberó todas las fuerzas sociales a favor y en contra de la misma, sin haber puesto sobre la mesa su propuesta; y, así como la naturaleza repele el vacío, la comunicación también, de tal suerte que la ausencia de información oficial ha sido suplida por desinformación y/o posiciones que obedecen a intereses opuestos al gobierno, o que responden a intereses/preocupaciones individuales o de sectores particulares.
Es legítimo que cada quien asuma su discurso, y habrá tantas propuestas de reforma como intereses, niveles de formación o escuelas de pensamiento económico existan. Lo que no es correcto es que mientras “Mr. No” llama a funcionarios, recaba información y formula la reforma fiscal necesaria, a nivel de comunicación estratégica exista un descalce en el timing mediático, de tal suerte que –cual balón de fútbol–, la reforma está muy adelante, el gobierno aún no ha salido a correr detrás de ella y ya los demás jugadores la están pateando; y, quizás, a nivel político no se hayan realizado los esfuerzos necesarios para construir un consenso que vaya más allá de lo legal y se encuadre en lo legítimo.
Para que la reforma sea exitosa debe ser aceptada, y eso requiere conocimiento, comprensión, discusión y transparencia… En definitiva, nada que no hayamos hecho antes.