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Tribuna del Atlántico

De atracos e intercambios de disparos

A don Antonio Guzmán, en su época de presidente se le puso el sobrenombre de “Mano de piedra”, por la sustitución de la estructura militar de Balaguer, a la que todos temían.

Eran los tiempos en que brillaba la estrella deportiva de, Roberto, “Mano de Piedra”, Durán, el mítico boxeador panameño, ídolo de Latinoamérica en su época.

Recuerdo que una de las expresiones que llamaron la atención entonces, la forma particular de pronunciar don Antonio, la expresión “intercambio de disparos”, con relación a uno de esos clásicos enfrentamientos de policías y delincuentes.

A raíz de sucesivos atracos a sucursales de los dos principales bancos del país, la Policía Nacional, ha respondido con presteza y dedicación para resolver los mismos y frenar de cuajo el conato de tendencia que estos pudieran significar.

Los detalles que han circulado, demuestran fehacientemente, que la uniformada está en condiciones de dar respuesta a la ciudadanía en la investigación criminal, que las ubicuas cámaras de seguridad, cumplen un rol de importancia en la persecución de los delitos y que el país cuenta con personal calificado para enfrentar acciones como estas.

Ambas investigaciones tienen sus particularidades, mientras en el caso de Banreservas, en Santiago, resultó una persona muerta, en el del Popular en Santo Domingo, no hubo heridos ni muertos. En contraste, los implicados en el caso de Santiago fueron apresados con vida, mientras que de los de la capital hay dos muertos.

La implicación en este último hecho de un joven actor y figura pública, ha sido una de las mayores sorpresas, así como la participación de dos hermanos de este, en el hecho.

En general el consenso hoy es de reconocimiento a la actuación policial, hartos como estamos, de la delincuencia que nos roba la tranquilidad y el sosiego.

Pero la inverterada costumbre periodística de buscar el pelo en el sancocho, nos obliga detenernos en las circunstancias en que se produjeron las muertes de dos de los jóvenes implicados en el asalto de la Luperón.

Uno en una cabaña y otro en su propia casa. Sobre el primero no tenemos muchos datos aunque predomina por el momento el alegato del intercambio de disparos.

El segundo caso es más delicado, la esposa del joven muerto, el cual tenía un prontuario delictivo, como se sabe, es patético, indica que este tenía a su hija en brazos cuando llegó la policía, que se la quitaron y la arrojaron, que primero le dispararon en las piernas y luego lo mataron.

El solo hecho de que tuviera a su hija en brazos, descarta la posibilidad del mentado intercambio de disparos.

Hay una canción de Joan Manuel Serrat, que dice: “Harto ya de estar alto, ya me cansé”, todos estamos hartos de la delincuencia, pero ese hartazgo no debería llevarnos a aceptar como bueno y válido, el que una patrulla policial o quien la mande, decida sobre la vida de ninguna persona, por delincuente que sea.

Ese hecho no debemos pasarlo por alto, aquí que no hay pena de muerte, la decisión de matar es un delito igual al que se pretende subsanar con la muerte de un antisocial.

En la Policía aspiramos a, “Mano de piedra”, en el buen sentido, esa que investiga, que persigue, atrapa y que está preparada para enfrentarse a tiros cuando la circunstancia lo manda, no la que hace ejecuciones extrajudiciales. Ese poder, que no hemos dado ni a los tribunales de justicia, no podemos dárselo a una patrulla policial, porque un día, nos pueda pesar.