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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

La Congregación General XXXIII y el “mea culpa” jesuita

Gianni la Bella le reconoce al Padre Dezza “el haber conseguido gracias a su habilidad diplomática y a la autoridad de que gozaba en los medios vaticanos, normalizar las relaciones con la Santa Sede, en la estación más crítica de su historia”. Se puede quitar el “más”, pues Clemente XIV suprimió la Compañía de Jesús en 1773.

El 8 de diciembre de 1982, Juan Pablo II autorizaba la Congregación General XXXIII. Iniciaría el 1 de septiembre de 1983.

Durante esos meses preparatorios, tanto Dezza como Pittau, los dos jesuitas interventores papales, se esfuerzan contrarrestar una imagen distorsionada muy manida por la prensa, que presenta a la Compañía como “un foco de rebelión”. Dezza aclara: «Somos una familia religiosa, no un partido político. Podemos tener ideas diferentes, pero somos ante todo hermanos en el Señor». Dezza no solo apacigua los temores vaticanos, también sosiega los temores de los jesuitas.

En sus decretos finales, la Congregación General XXXIII confirma la línea de las congregaciones XXXI y XXXII mientras reconoce errores, defectos, carencias y dificultades a la hora de interpretar la relación entre fe y justicia. «Nuestra interpretación del decreto 4.° de la C. G. 32 pudo ser a veces “truncada, unilateral o no bien ponderada”. No siempre hemos tenido en cuenta que teníamos que realizar la justicia social a la luz de la “justicia evangélica” que es sin duda como un sacramento del amor y de la misericordia de Dios… Tampoco entendimos del todo de qué modo la Iglesia pretendía recientemente que se promoviera un cambio de estructuras de la sociedad, ni cuál había de ser nuestra tarea propia al colaborar con los laicos en ese proceso de transformación. Debemos reconocer con sinceridad que esta nueva comprensión de nuestra misión desencadenó ciertas tensiones tanto en la Compañía como fuera de ella.

Ha habido ocasiones en las que algunos indebidamente han subrayado de modo unilateral un aspecto de esta misión sobre el otro. Ahora bien, ni el espiritualismo desencarnado ni el activismo meramente secular sirven verdaderamente para la proclamación íntegra del Evangelio en el mundo de hoy» (La Bella, 2019, Los jesuitas del Vaticano II al papa Francisco, 145).

Fue ante la Congregación General XXXIII que Pedro Arrupe presentó su renuncia al cargo de Superior General de la Compañía de Jesús.