Rumbo a La Habana
Otra interesante experiencia vivida durante mi estadía en la Asesoría Económica del Poder Ejecutivo, fue el primer viaje a Cuba realizado en los finales del 1977 enviado por el presidente Balaguer, para firmar con el gobierno cubano un convenio de servicio técnico, con el fin de crear en el país un instituto similar al prestigioso Instituto Cubano de los Derivados de la Caña de Azúcar (ICIDCA), que había desarrollado más de cien subproductos de la caña de azúcar. Algunas empresas privadas dominicanas ya habían realizado visitas a ese país, para recibir conocimientos y consultorías técnicas sobre algunos bienes de producción en el area agrícola, naranjas y caña de azúcar, principalmente. A través de conversaciones con el ingeniero José Gómez del área pecuaria del CEA, nos habíamos percatado de los beneficios que podría generar al país recibir esa asistencia, pues esperábamos la disminución de la cuota de azúcar de los Estados Unidos al país, ante la rápida expansión, que como insumo en la industria de las bebidas, estában teniendo los edulcorantes del maíz como sustituto del azúcar de caña. Al lograr convencer a Séliman y este al presidente Balaguer, a través de una asistencia técnica con el órgano de las Naciones Unidas para del desarrollo industrial (ONUDI), partimos rumbo a La Habana, en un avión de Cubana de Aviación, enviado por el gobierno cubano para transportar a un grupo de productores pecuarios, que se les había permitido asistir a un evento internacional del ALPA realizado en La Habana, para la celebración de una especie de feria pecuaria. Este era el primer grupo de dominicanos que se le permitía viajar a La Habana sin ningún problema, ya que no existían relaciones diplomáticas con Cuba, y a los dominicanos les estaba prohibido visitar cualquier país con un régimen comunista. Pues como funcionarios del gobierno dominicano, que no estaban incluidos en ese viaje, salimos camuflageados como productores privados dominicanos, el director del área ganadera del Consejo Estatal del Azúcar (CEAGANA), César Álvarez Valera, quien por su rango presidía la delegación; el ingeniero Gómez, y quien escribe por la Asesoría Económica del Poder Ejecutivo. Fuimos hospedados en el Hotel Habana Libre, cerca del parque donde se venden los famosos helados Copelia. Fue un viaje cargado de emociones y experiencias, entre una de ellas, el encuentro casual con mi querida amiga la escritora Soledad Álvarez, quien se encontraba estudiando en Casa de las Americas, en la barra del Restaurante El Floridita, dado a la fama por el escritor norteamericano Ernest Hemingway por sus daiquiris. Era un restaurante especializado en mariscos visitado solo por extranjeros y funcionarios cubanos. El evento pecuario me permitió visitar y conocer a Ramón Castro, hermano de Fidel, de estatura gigantesca, quien administraba una enorme finca ganadera en las montañas de la provincia de Matanzas. También tuve el placer de conocer a una famosa vaca instalada de manera solitaria en un espacio especializado en la cercanía de La Habana, vaca a la cual se le realzaba sus prodigios en producción lechera, gracias a la mezcla entre razas bovinas que había logrado realizar el Comandante en Jefe, en sus múltiples experimentos de cruces. Otro agradable encuentro que tuve en La Habana fue con Carmen Rita Morera, la esposa en aquel entonces de mi primo Hamlet Hermann, quien no pudo asistir al hotel, pues estaba laborando como ingeniero en una construcción. También fui gentilmente agasajado, en la casa que habitó Francis Caamaño en las afueras de La Habana, por su compañera Vicenta Vélez y por Claudio Caamaño, primo hermano de mi esposa en ese entonces, Rosa Hernández. No se si será cierto, pero según fui informado, esa casa fue la vivienda del Che Guevara mientras vivió en Cuba. Una amarga experiencia fue que junto a un grupo de dominicanos, estuve detenido en una comisaría de policía en La Habana, por una imprudencia de algunos del grupo, a quienes se les ocurrió tomar fotos de residencias custodiadas por milicianas, mientras nos desplazábamos en un vehículo alquilado para conocer La Habana. El vehículo fue interceptado en la Plaza de la Revolución, y desde ahí conducido al destacamento de policía. Me supongo que un encuentro que en el programa teníamos con el comandante Fidel Castro, nunca se realizó por este hecho, y por las demandas imprudentes de llamado a la democracia, vociferadas por algunos entusiastas de los visitantes, en un país bajo un régimen comunista. Estos patrióticos llamados por la inconsciencia, fueron emitidos, tanto en dicho destacamento, como en las habitaciones, las cuales estarían repletas de micrófonos escondidos. La Habana que conocí en esa época, era una ciudad vacía de vehículos y personas, solo unos pocos transitaban, principalmente los autobuses públicos repletos de habaneros, usuarios que permanecían esperando ese transporte en filas que se hacían kilométricas. Las personas incluyendo las milicianas, exhibían rostros rígidos de poco amigo. Pero de todas formas, se logró la encomienda perseguida de concertar la firma de un acuerdo de asistencia técnica entre César Álvarez y quien escribe por el gobierno dominicano, y el ingeniero Luis Gálvez Taupier quien era el director del ICIDCA por el gobierno cubano.
Esta firma se realizó en el Ministerio de Agricultura, con la asistencia del ministro de aquel entonces, en un salón impresionante, en cuyas paredes rectangulares estaba instalada una fotografía gigante de la isla de Cuba, mostrando decenas de ingenios en sus localizaciones, y con múltiples bombillitos de colores que al prender, alertaban a las autoridades sobre cual tipo de problema, que impactaba la producción, se había presentado en ese ingenio en ese momento. Todo estaba computarizado con tecnología soviética, cuando en aquel entonces en el país existían escasas empresas con sistemas de computadoras, siendo la mayor y más potente la instalada en el Hipódromo, para contabilizar los tickets y jugadas ganadoras. Este acuerdo fue cumplido con varios viajes de los técnicos cubanos al país, mientras duró el gobierno de Balaguer, pues inmediatamente asumió el gobierno Antonio Guzmán, el acuerdo fue suspendido y cancelado por el gobierno dominicano. Me enteré por uno de los técnicos cubanos, un biólogo, en una conversación que sostuvimos donde se hospedaban en el Hotel Hispaniola cuando visitaban el país, que ante una solicitud de los cubanos para visitar el ingenio de la Gulf and Webstern en La Romana, esta nunca fue permitida.
Muchos años después, le pregunté al ingeniero Carlos Morales Troncoso, uno de los propietarios de dicho ingenio después que lo vendió la G&W, el porqué se le había negado dicha visita, a lo que me contestó, que los cubanos lo que estaban buscando era la fórmula de la fabricación del furfural producido únicamente en el país, y por ese ingenio, y que era el único subproducto que ellos no habían podido lograr desarrollar. Después de escuchar esta respuesta, me quedé con la duda de si realmente quisieron apoyar al país en su diversificación cañera, o lo que buscaban era completar su diversificación con el subproducto de la caña, que era el más costoso que había en el mercado internacional y del cual se fabricaban plásticos. Decía el profesor Juan Bosh, que en política lo importante no es lo que se ve sino lo que no se ve.