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Reminiscencias

Un mayo tranquilo llevó mi recuerdo a un mayo peligroso

Esta Reminiscencia está contenida, en cierto modo, en lo que va resultando mi autobiografía “Lo que pude vivir”. Lo he explicado algunas veces en forma exhaustiva, por ejemplo, en la Carta de Vincho Castillo a Majluta de fecha 22/05/1986.

Por ello, quiero describirlos a grandes rasgos, ésto para provecho de la comprensión de amables lectores ante la singular situación en que estamos.

Una forma de plantear que, si bien este mayo ha sido ejemplarmente tranquilo y aquél del ´78 muy tormentoso, los peligros de ambos no difieren en gravedad. Uno, porque nos abocó a una Guerra Civil, establecida ya la división de las Fuerzas Armadas, y el otro, por todos los factores de perturbación de nuestra paz y de riesgos de soberanía, claramente evidenciados. Cabe, pues, la síntesis del pasado:

Las condiciones para la Guerra Civil, de que hablo, se dieron plenamente; no era una simple amenaza; los grupos militares ya estaban establecidos y divididos; y voy a usar los apellidos de los actores de aquel drama de la noche del 16 de aquel mayo: Pérez y Pérez, en la Primera Brigada, autoaislado en un silencio profundo, muy elocuente. Ya se había contactado a un grupo de jóvenes oficiales que irrumpiría contra un Golpe de Estado como el que se intentaba.

En cambio, en la Secretaría de las Fuerzas Armadas: Beauchamp, y en la Jefatura de la Policía: Nivar. Hubo otro oficial, Rivera Caminero, que en horas de la prima noche se apersonó a la sede militar y pareció llevar un mensaje delicadísimo: “No se va a entregar el Poder”.

Beuchamp, durante el día tranquilo y plácido junto a un grupo de mandos militares: Amiama Castillo, Olgo Santana y otros. En la otra ala de la Secretaría, otro grupo: Padilla Medrano, Mota y otros que estuvieron atentos a ver cuánto podría ocurrir aquella noche de interrupción violenta de la autonomía de la Junta Central Electoral, “manu militari”; sobre todo, alarmados por la iniciativa de protección personal de la Embajada Norteamericana al eminente ciudadano Manuel Joaquín Castillo, presidente de la JCE.

Hubo otro, radicado en Santiago, Guarionex Estrella, que resultó, a mi juicio, un hombre clave para impedir la tragedia, porque fue quien, en ocasión de una llamada héchale por un grupo de políticos civiles que se habían presentado a la sede militar, donde yo estaba desde el mediodía, preguntó por mí y cuando hablamos, dijo: “¿Qué es lo que está pasando, Vincho? Tumbaron la comunicación de Alto Bandera. ¿Tú has visto al Presidente? Es bueno que lo hagas”.

Esto me despertó el interés de animar a Beauchamp y a Nivar a que fuéramos a comprobar con el Presidente Balaguer cuál era su real posición. Al encontrarnos a la medianoche, me dijo: “¿El campo votó bien?” Agregando: “¿Qué ha opinado el Obispo O´Reilly?” Le respondí: “se perdió en todas partes.”

Al describirle la gravedad de lo que ocurría, reaccionó: “No. No puede ser. Eso es antihistórico.” Se incorporó. Lo recuerdo con una bata color vino, un tanto despeinado, y me agarró por el codo, ya de pie, y me dijo: “Trata de mantener esto en cauces democráticos y cuídate”. Todo se desmanteló.

Luego vendrían las impugnaciones, y en el día 55 de audiencias la Junta Central Electoral se reservó el fallo ante mi pedimento de elecciones complementarias en 6 provincias.

Entonces, sobrevino lo más crítico: Peña Gómez, líder excepcional, amenazó con que “una sola mesa que se revisara implicaría una Guerra Civil.”

Carlos Andrés Pérez lo creyó y encomendó a Cisneros encabezar una diligencia ante el Presidente. Ahí nació el tristemente célebre “Fallo Histórico”, que le daba a 4 candidatos perdedores las curules, sin haber sido elegidos. Se vino el mundo abajo.

Desde luego, hay aspectos importantes que por razones de espacio no refiero; hoy lo que quiero destacar es que, según supe por información directa, los negociadores del “Fallo Histórico”, una vez obtenida la viabilidad de éste, no objetaron la cuestión de que a los jueces electorales se les tendría que compensar con una suma importante, RD$50,000.00 cada uno, porque quedaban como muertos civiles después de haber tenido aquella experiencia de 55 audiencias tan tórridas, cuando las “elecciones complementarias” parecían ya inminentes.

Hubo uno, no obstante, Augusto González Vega, que se negó a recibir tal compensación y dijo a la misión que fuera, dirigida por el amigo más leal que tuviera Balaguer, don Polibio Díaz: “No. Yo no recibo dinero para firmar un fallo como ese, pero lo voy a firmar, porque creo que la Guerra Civil va a destruir nuestra paz y hay que evitarla”. Así se consumó la aberración.

En su memoria rindo homenaje a un hombre que fuera Fiscal ejemplar en mi pueblo durante 5 años, que así comprometía tan gravemente su probidad firmando el llamado “Fallo Histórico”. Todo, porque buscaba contribuir a la paz nacional, pero, sin compensación alguna, exponiéndose a todas las degradaciones inimaginables que siguieron a este trance inédito; 56 años después, lo debe conocer el pueblo en sus nuevas generaciones.

Es algo difícil de calificar de otra manera que no sea que Augusto González Vega mostró ser un Patriota verdadero, que se “suicidaba propiamente” al firmar la ignominia que destruía su hoja de vida de probidad y entereza.

A Jorge Blanco, de madrugada, en la sala de mi casa, le dije: Dile a tu gente que todo está bajo control. Deber cumplido.

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