Autolesión: desafíos y vulnerabilidades en la adolescencia
La adolescencia es una etapa de transición, caracterizada por la búsqueda de identidad, la exploración de roles y la presión social que se ha visto intensificada por la era digital. La soledad interconectada, nacida de la hiperconectividad, genera una paradoja: los jóvenes están más conectados que nunca, pero se sienten más solos que antes. Esta desconexión profunda puede exacerbar la inseguridad y la baja autoestima, creando un caldo de cultivo para la autolesión.
La autolesión no es un acto de autodestrucción, sino un mecanismo de afrontamiento disfuncional. Es un grito silencioso de un adolescente que no encuentra otra forma de lidiar con el dolor emocional. Las autolesiones más comunes se realizan con agujas o hojas de afeitar, en zonas no visibles como los muslos, brazos o abdomen. Estas se diferencian de la conducta suicida en la intencionalidad (no mortal), la frecuencia (más rutinaria) y la letalidad (más baja).
La autolesión y el suicidio, aunque comparten la raíz del dolor emocional, presentan características opuestas: quien desea suicidarse quiere salir de la vida y dejar de sentir, mientras quien se autolesiona desea sentir (siquiera sea el dolor corporal) y permanecer en la vida. En lugar de verla como un problema en sí mismo, debemos comprenderla como una señal de una profunda angustia que requiere atención y apoyo.
La exposición a experiencias traumáticas como el maltrato, el abuso sexual, la discriminación y el bullying, deja cicatrices emocionales que pueden empujar a los jóvenes hacia la autolesión. También, la violencia doméstica, los patrones de apego disfuncionales, la psicopatología parental y los conflictos familiares pueden generar un ambiente hostil que propicia la autolesión.
La falta de conexión social y el aislamiento son dos factores que potencian esta conducta negativa. Los jóvenes que se sienten desatendidos y desconectados pueden recurrir a la autolesión como una forma de expresar su dolor y encontrar un falso sentido de control.
Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), si bien ofrecen oportunidades, también pueden ser un arma de doble filo. La exposición a contenido inapropiado y el cyberbullying pueden tener un impacto devastador en la salud mental de los adolescentes, aumentando su vulnerabilidad.
Prestar atención a las señales de alarma en la comunicación verbal y no verbal del adolescente es fundamental para prevenir la autolesión: cambios en el comportamiento, aislamiento social, llanto, irritabilidad y autolesiones físicas son algunos indicadores que no podemos pasar por alto.
Con la información adecuada, el apoyo necesario y la intervención oportuna, podemos prevenir tragedias y ayudar a los adolescentes a construir una vida plena y saludable. Esto puede lograrse si:
· Fomentamos la comprensión, educando a la población sobre la autolesión como un problema de salud mental y no como un acto de atención.
· Capacitamos a profesionales, brindando a educadores, personal de salud y padres las herramientas para identificar y abordar la autolesión.
· Brindamos apoyo a los adolescentes, creando espacios seguros donde puedan expresar sus emociones y recibir ayuda profesional.
· Promovemos el uso responsable de las TIC, educando sobre los riesgos y beneficios de las TIC y fomentar un uso responsable.
Solo trabajando en conjunto podemos unir esfuerzos para crear un entorno que proteja y nutra la salud mental de los adolescentes y construir un futuro más esperanzador para las generaciones venideras.