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Con la reforma fiscal Abinader sacrificará capital político

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Una de las estrategias más exitosas del equipo de asesores del presidente Luis Abinader ha sido mantener a buen resguardo su imagen, aún en los momentos más difíciles que ha tenido que enfrenar en su primera gestión, principalmente lo relacionado con los problemas derivados de la pandemia del coronavirus, entre ellos, el estrés sanitario, el colapso de la economía, y una inflación de dos dígitos cuando comenzó el proceso de recuperación, todo eso tenía origen exógeno no atribuibles a su gobierno.

Todo lo contrario, un presidente que inicia en medio de esa calamidad mundial se ve como una víctima de la circunstancia, y la labor que realiza para superarla se asume como un acto de heroísmo propio de un gran líder y mejor gerente.

El presidente se ha encargado de recordar constantemente a la población en las condiciones que recibió el país, y lo sacó a flote, eso, más otras acciones que no son objetos de este artículo, catapultaron su popularidad, lo que se puso de manifiesto en los comicios del 19 de mayo.

Sin embargo, con todo el poder político que tiene, además del Ejecutivo, control total del Congreso y los municipios, pero, ha llegado la hora de “la bendita reforma fiscal”.

Que nadie se llame a engaños, con la reforma fiscal o tributaria, con mandato o no de la Estrategia Nacional de Desarrollo, la finalidad es la misma, el gobierno necesita más dinero y tiene que salir de los bolsillos de alguien. Ahora lo que se discute es quién aportará la plata, y al que le toque, empresarios o consumidores, no estarán contentos con la gestión de Abinader.

De hecho, ya varias puertas se le han cerrado al presidente tratando de socializar su reforma. El PLD como estructura partidaria tomó distancia y no quiso que la reunión que sostuvo Abinader con el excandidato Abel Martínez se celebrara en su Casa Nacional, ya conocemos la decisión de la alta dirección de la Fuerza del Pueblo que le negó a su presidente Leonel Fernández el encuentro que le solicitó el mandatario, hasta que todas las instancias de ese partido fijen posición en torno a lo que sucedió en el recién pasado torneo electoral.

La oposición no cuenta con poder congresual para impedir la reforma, al presidente le sobran votos, pero, necesita esa licencia política porque, basta recordar que, aún con el avasallante triunfo del PRM el pasado 19 de mayo, el 42% de los votantes no sufragó por ese partido, al margen del 46% que no votó por ninguna de las propuestas electorales.

En el mejor de los casos, la oposición pedirá que se discuta la calidad del gasto, y se explique dónde ha se han invertido los cerca de U$30 mil millones que, alegan, ha tomado prestado este gobierno.

En el liderazgo empresarial, aunque con más diplomacia, van por el mismo camino, ya los empresarios industriales, turísticos, representantes de bebidas alcohólicas, entre otros, han dicho públicamente que esas áreas de la economía no deben ser gravadas en la anunciada reforma fiscal, y ni hablar del sector de Zonas Franca que goza de un régimen especial.

Visto esas advertencias, solo queda seguir gravando al consumo, lo que equivale a otro parche fiscal regresivo, para continuar el castigo a la clase media, como siempre.

Analizadas todas esas aristas, por donde quiera que el presidente Luis Abinader se decida, tendrá que sacrificar parte de su capital político, porque será su reforma, aprobada con su abrumadora mayoría congresual.

¿Estará dispuesto a ese sacrificio?