SIN PAÑOS TIBIOS

Con guitarra o con violín

 Cada partitura suena diferente en función de si se toca con guitarra o violín, pues, a pesar de que la escala y las notas son iguales, las características propias y niveles de precisión de cada instrumento hacen que, durante la interpretación, varíen intensidad, timbre y tono; o mejor dicho, que suenen diferentes, aunque sea la misma pieza musical o la toque el mismo músico.

Extrapolando a la política local, la oposición acusa al gobierno de haber tocado con guitarra lo que ahora ella no puede tocar con violín, olvidando convenientemente que durante dieciséis años tocó magistralmente la música que ahora le exige al gobierno que no toque. Así las cosas, parecería que más que cambiar de partitura, se cambia de instrumento, y que ambas partes están atentas, más a los aplausos del público que a otra cosa.

Lo que aplica para los políticos, aplica también para empresarios, académicos, comunicadores, etc.; porque la ausencia de coherencia no es privativa de alguno de ellos, sino de muchos individuos que, frente al Estado actúan de una forma, y, como por arte de magia, tras ser beneficiarios de un decreto o nombramiento, actúan de otra.

Empresarios que en el ámbito privado se muestran eficientes y prudentes, en lo público actúan displicentes y/o negligentes; académicos o educadores que desde afuera criticaban todo aquello para lo que tenían una solución y desde dentro del Estado las olvidan… cuando no se convierten en cómplices; comunicadores o periodistas que prevalidos de su oficio reclaman al poder transparencia, información y rendición de cuentas, mientras que desde el poder se convierten en celosos ocultadores de la verdad, supremos sacerdotes de la manipulación informativa o apologistas de la censura que de un día para otro afirman –sin descaro– que “al poder no se desafía”; y así, muchos ejemplos más.

De las distintas formas en que se pueden tocar estos instrumentos –según circunstancias o contextos– la que más ruido genera es la que ejercen aquellos que asumieron durante buena parte de su vida posiciones de “avanzada” o “vanguardia”, y que hoy guardan silencio frente a las violaciones y atropellos de derechos fundamentales que ejercen los gobiernos de Venezuela y Nicaragua.

Porque estos, a diferencia del de Cuba –que llegó al poder tras una lucha armada y en la lógica de sus dirigentes, sólo mediante la violencia deberá ser desplazado– llegaron por la vía democrática, y desde el poder han desmantelado/avasallado a conciencia las estructuras institucionales; minado desde adentro la gobernabilidad pacífica; inhabilitado/encarcelado/deportado a dirigentes opositores; y todo ello bajo un trasnochado discurso “antiimperialista” que no sirve para esconder su naturaleza de dictaduras cleptocráticas, pero si para concitar el silencio servil y cómplice de buena parte de la izquierda local; esa que calla, y mira cobardemente hacia otro lado, mientras allí ocurre exactamente lo que aquí ellos dijeron combatir.