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OTEANDO

Y pasó mayo

El título de este artículo no es el reflejo de la pérdida del sentido de la temporalidad, en modo alguno. Apenas si es un recurso discursivo para referenciar mis lectores hacia el paso de las elecciones presidenciales y congresuales y sus lecciones, mismas que siempre ayudan a comprender más a nuestro pueblo y nuestro hábitat político, vistos desde una perspectiva panóptica. Es un título que pretende ser sugerente; invitante a la más sana y productiva reflexión sobre aquello con lo que contamos para afianzar nuestras aspiraciones de crecer como nación, sobre cuánto nos falta para enrutar el país hacia esa meta, sobre qué cosas determinan y quiénes inciden en nuestra actitud electoral con sus “ideas” -si alguna-, en la conformación de nuestra particular visión de nuestro ecosistema político; en fin, acerca de cuánto ha evolucionado o involucionado cada dominicano, individualmente considerado y socialmente situado, en la construcción de una cultura política que los repute como ciudadanos críticos. Es posible que, también, el título de este artículo, y su contenido, ofrezcan, como ocurrirá siempre, la oportunidad de ser reorientado, reformulado conforme la “voluntad y la representación” ajena. Es -siempre insisto en ello- lo que irremediablemente provoca cada texto. De modo que esa voluntad y esa representación particular siempre estarán ahí, prestas a cambiarlo todo. Sin embargo, debo cumplir con mi parte: atraerlos hacia el pretendido embrujo de mis cavilaciones, lugar que en ocasiones a algunos resulta inhóspito, debo admitirlo. Uno de los aspectos más relevantes del proceso lo constituye el nivel de abstención que, en esta ocasión, subió en vez de bajar. Parecería que la política deja de ser, progresivamente, algo en lo que nuestra juventud inconscientemente -o acaso muchos adultos de manera razonada- dejan de creer. Toca a los políticos, entonces, dar respuesta a esa apatía y transformarla en interés activo. Otra cosa que quedó demostrada fue que los dominicanos han demostrado, muy a pesar de lo dañoso que para mí resulta el voto preferencial, que pueden elegir candidatos de diferentes partidos en los diferentes niveles, lo cual evidencia que están ejercitando su sentido selectivo. Ya la calidad de ese sentido selectivo es harina de otro costal, pero es lección que se va aprendiendo.

Ha quedado demostrado, también, que aún no hay espacio para el derrumbe total del sistema de partidos. Pienso que ello constituye otra oportunidad más para que lo cuidemos, y esa sí es tarea cardinal de los políticos que dicen defender nuestra democracia constitucional. Hagan, pues, lo suyo. ¡No se excusen luego!

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