Umbral
Leonel, el político de mayor relevancia del presente siglo
Después de conocidos los resultados electorales, y sin que se evaluaran las falencias del sistema que dejan abiertas las posibilidades de hacer uso del dinero público para favorecer al candidato del gobierno, de comprar cédulas para impedir el ejercicio del voto, de dislocar votantes para que no se pudiera sufragar, de retener los recursos económicos que la ley otorga a los partidos mientras los programas sociales se desviaban hacia la reelección, más el sinfín de irregularidades de las que hizo uso el presidente Luis Abinader para retener el poder, núcleos de la sociedad iniciaron un empírico análisis con pretensiones de poner en perspectiva el futuro de partidos y líderes políticos, partiendo del desempeño en la jornada del pasado domingo.
Algunas de las conversaciones virtuales y de cafés improvisadas al calor de los resultados, se concentraron en el desempeño electoral de ciertos políticos para evaluar sus carreras. La prisa y falta de rigor, la ausencia de contexto y de referente histórico, marcaron la superficialidad de los diálogos, muchas veces contaminados por la pasión que arrastran intereses determinados, por la coyuntura de la lucha por el poder y espacios partidarios que contaminan los juicios y despojan de objetividad los pretendidos análisis; pues lo que se procura no es acercarse a los hechos, sino a los deseos, a aquellos deseos de querer lo que otro tiene, ha tenido o pudiera tener. Y en ese afán interior entran en juego sentimientos retorcidos que se centran en la descalificación “del obstáculo”, cuando la envidia es aún una emoción “inofensiva” y no ha pasado a resentimiento, estado emocional donde se fragua la destrucción de la “amenaza”. Por lo afirmado anteriormente es probable que haya alguien -sé que habrá muchos- que considere lo que diré como una expresión de mis simpatías y compromisos partidarios; pero lo digo sin temor a estar lejos de los hechos que tienen relevancia histórica: Leonel Fernández es el político más importante del presente siglo. Tengo claro que esta verdad será sometida a escarnio, como él lo ha sido y como en su momento lo fue Juan Bosch, a quien pretendieron descalificar y humillar, sobre quien inventaron las mentiras más vulgares y obscenas; pero la historia, dueña del tiempo, pone cada flor en su jarrón y los despojos en el vertedero.
Fernández fraguó su liderazgo político a finales del pasado siglo por una de esas casualidades que alcanzan categoría histórica. Llegó a la Presidencia de la República y en tres períodos de gobierno tapizó el país de huellas transformadoras. La modernización del Estado es un sello irrefutable; nadie antes que él puso empeño en este rubro y otros intangibles, como el impulso de leyes que dotan de transparencia el ejercicio público; reformas al Ministerio Público y constitucionalización de su independencia; creación de las Altas Cortes; colocación en el mapa mundial a la República Dominicana; redacción mediante consenso -que no reforma ni parche- de la constitución más avanzada y progresista – junto a la de 1963- que definió un Estado social y democrático de derecho; transformación del país en términos de obras de infraestructura: carreteras, elevados, pasos a desnivel, Metro de Santo Domingo; estabilidad y crecimiento económico que llevó al país de un PIB 18 mil millones de dólares a 64 mil millones en ocho años, salto sin precedentes en nuestra historia económica; generación de empleos, reducción de la pobreza e impulso de los sectores productivos. Llevó su partido -PLD- al poder, dejándolo en él hasta su salida, y formando un partido que se convirtió en el principal de la oposición en cuatro años. Por su trascendencia histórica, Leonel no es pretérito, sigue siendo futuro.