FIGURAS DE ESTE MUNDO

Jeremías

"Y me dijo Jehová: ‘No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová” (Jeremías 1:6-8).

Acaso es Jeremías el profeta de Dios que ejerció su ministerio con la mayor contrariedad. Vivió durante el tiempo de la apostasía de Judá. Su nación había abandonado al Señor y se había entregado a la adoración pagana flagrante. A esto se añadía que Babilonia, el poder del nuevo mundo, ahora rodeaba amenazante a este pequeño pueblo.

Bajo estas circunstancias, el joven Jeremías es llamado por Dios a predicar sobre el inminente castigo de la rebelde Judá. “Y yo dije: ‘¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! -narra el profeta-. He aquí, no sé hablar, porque soy niño’. Y me dijo Jehová: ‘No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová” (Jeremías 1:6-8).

Soportando hostilidad y persecución, Jeremías proclamó fielmente, durante 40 años, las palabras admonitoras de Dios. Sin embargo, sus vecinos y conciudadanos lo rechazaron por completo.

Solo y aislado, Jeremías se vio obligado a acudir al Señor, a fin de descargar todas sus preocupaciones, expresando su indignación contra los que rechazaban las advertencias divinas, llorando por el juicio que iba a llegar y agonizando ante la destrucción que sobrevendría. En efecto, poco tiempo después, presenció impotente la invasión babilónica y, finalmente, el cumplimiento de la profecía: la caída de Jerusalén. Su gran pena por el pueblo hizo que se ganara el título de “profeta llorón”.

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