POLÍTICA Y CULTURA
¡No a la huelga de profesores!
El socarrón llamado a huelga de profesores o paralizaciones parciales de docencia, tiene otra lectura, que trasciende los reclamos salariales justos, y lo constituye, el apresto puramente perturbador del ejercicio de proselitismo político, lo cual queda evidenciado en su inserción dentro de las semanas finales de la campaña electoral presidencial. En la vida de las luchas sociales y laborales, el recurso a la paralización de funciones públicas de primer orden en medio de plazos puntuales de consultas electorales, mueve a sospechas bien fundamentadas. No es casual que el dirigente que encabeza el movimiento de paralización de labores en las escuelas sea un destacado, notable y conocido dirigente de un partido político rabiosamente opositor, desplazado del poder político por la comisión de desaciertos graves.
Una de las experiencias más notables del plan de desestabilización del orden democrático establecido lo constituye el rosario de hechos, paralizaciones parciales o absolutas en áreas que básicamente corresponden a los servicios públicos y a la enseñanza escolar. Así sucedió en el año de 1963 durante el ejercicio de la democracia bajo el Gobierno del Profesor Juan Bosch. Uno de los puntales del cuestionamiento de nuestra joven democracia fue el embate frontal contra el Gobierno, aprovechado por los grupos oligárquicos de entonces, para subvertir el orden público y justificar el desbarre que fue el Golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963.
No es lo mismo, promover reivindicaciones sectoriales dentro de un marco conceptualizado de acuerdos e incluso, acudir al recurso legítimo de las demandas profesorales, dentro de un proceso escalonado en tiempo que no afecte la docencia, en diálogo constante con las autoridades del sector, procurando el consenso y destacando los niveles de logros, no es lo mismo que incitar en estado de éxtasis al predominio del frenesí y la perturbación de la paz pública. Tan desesperada es la urgencia de los paros que el dirigente del movimiento huelguístico, acaba de hacer hincapié en que la semana que viene volverá el paro, evidentemente para hacer coincidir esa paralización, con la proximidad de la votación del 19 de mayo.
No es que los profesores no tengan derecho a salarios más justos y a un conjunto de logros escalonados, no, es que es sospechosa desde su inicio la coincidencia de las votaciones nacionales con los plazos conminatorios, con la actitud agresiva de tomar las calles, de embestir contra el Gobierno en una clara e inequívoca señal de intentar debilitar la votación mayoritaria por la continuidad democrática de las actuales autoridades. Y si a ese bamboleo agregamos la militancia partidista, próxima al delirio militante de su principal dirigente gremial, tenemos derecho a deducir la posibilidad supuesta de ganancia electoral, para intentar reciclar las débiles candidaturas opositoras. Es como jugar a la ruleta rusa, embarcar a los profesores en una aventura de esa naturaleza para explotar sus necesidades y derechos legítimos a mejores salarios y garantías sociales.
Es curioso tanto frenesí para hacerlo coincidir con las proximidades de las votaciones nacionales. No estoy juzgando la justeza o no de las reivindicaciones gremiales. Por ejercicio de conciencia social e identidad orgánica, he sido profesor secundario y universitario durante varias décadas, conozco las necesidades crecientes del profesorado, pero rechazo la manipulación, el intentar sacar partido, ganancia electoral, azuzando acíbar y oportunismo en inminentes votaciones nacionales.