Presidente, ¡No sólo de pan vive el hombre!
Las candidaturas cuasi triunfales del presidente Abinader y los mejor valorados contendientes congresionales de los partidos oficial y opositores asisten a la cuenta regresiva: en 23 días conocerán cuáles perfiles legislativos captaron la preferencia del electorado y el 16 de agosto 2024 asumirán sus funciones, algunos repitiendo.
Momento oportuno para “poner la carreta delante de los bueyes”, dimensionando la importancia del tema cultural o, mejor expresado, de la economía de la cultura. Urge que adquiera relevancia y vigencia en momento tan dramáticamente austero para esta actividad cuasi ausente o “maniqueada” por los exponentes de un clientelismo político-cultural con presencia mediática que considera, a todos, ignaros.
“Al pan, pan, y al vino, vino” diría que esta gestión del Presidente Abinader ha carecido de colaboradores institucionales que impriman una dinámica renovada, la de El Cambio, al sector. Lastre de larga data en esa entidad cuyos gérmenes ovaron en aquel trujillato que forzó a los “intelectuales” y “artistas” empleados públicos a trocar en chivatos y asesinó a los desafectos sin importar talento y dignidad —¡Ay, Marrero Aristy, Narcisazo!
En esta postmodernidad nuestra, la gestión cultural recibe el peso de aquella “cultura” que con empleos premió la insignificancia creativa e interpretativa a cambio de chismes y delaciones.
Las gestiones culturales han carecido del interés suficiente para validar esa intrínseca heroicidad cultural dominicana: continental única en fecundar y parir una república. Décadas perdidas aumentando la desvinculación entre sociedad e intelectuales, artistas y demás creativos. De servicios culturales oficiales mínimos, limitados a relumbrones: Ferias Internacional del libro, Bienal de artes visuales y acciones privadas. ¿El saldo? Consumo cultural nacional casi nulo, solapado en los consumos de Internet y educativo.
Ante situación tal, la opinión sobre cultura vigente en los segmentos econométricos oficiales es de despilfarro e inutilidad. ¿La evidencia? Desde el 2004 nuestros diseñadores presupuestarios convencen a ejecutivos y legisladores de que Cultura no merece el 0.5% del Presupuesto gubernamental que la ley le consagra. A una, las sucesivas gestiones asignaron al ministerio entre 0.29% y 0.33% de tal presupuesto, correspondiendo el mayor —¡vaya ironía, en medio de aquella crisis!— al período 2000-2004.
Las asignaciones a cultura en el último año de las gestiones transcurridas entre 2000-2024 fueron: a) 0.33% en el 2004 (RD$465.9 millones); b) 0.31% en el 2012 (RD$1,372.27 millones); c) 0.33% en el 2020 (RD$2,845.3 millones) y, finalmente, d) 0.29% en este 2024 (RD$ 4,168.04 millones).
Valores relativos regresivos y absolutos (nominales) crecientes denunciando la asincronía práctica y el auge de la percepción negativa sobre cultura anidada en el telencéfalo izquierdo y el mesencéfalo de los formuladores presupuestarios.
Pocos han querido conocer y erradicar las causas de tan zahiriente convicción. La evidente y peor: inoperancia e improductividad del funcionariado institucional, salvo, nuevamente, escasísimas excepciones. Otra: clientelismo y nepotismo delirantes, auspiciadores de una empleomanía excelente para hacer ni jota, talentosa para producir bienes y servicios culturales de calidad inferior a la media, sin oportunidad de conquistar mercados locales o foráneos.
Inaceptable y oneroso estado de situación ante la línea “bajada” reiteradamente por el Presidente Abinader: una gestión cultural que soporte del desarrollo económico y el bienestar sectorial; enfocada en fomentar las industrias creativas.