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Recuerdos del 24 de abril 1984

Los setenta fueron a nivel mundial un período de expansión económica y también donde la mayoría de los países latinoamericanos se endeudaron externamente y excesivamente incluyendo al nuestro. Las malas políticas públicas que se aplicaron en nuestro país a finales de los setenta se reflejaron en los ochenta. Es a inicios de esa década que afloran los grandes problemas que tuvo el gobierno del Dr. Jorge Blanco quien asumió el poder en agosto de 1982.

Un autobús arde durante una protesta en la zona norte de la capital.

Un autobús arde durante una protesta en la zona norte de la capital.Listin Diario

En ese entonces las dificultades económicas del país comenzaban a verse en nuestras estadísticas, pero todavía la población no las sentía. El Dr. Jorge Blanco recibió una economía maltrecha pero además tendría que enfrentar un entorno externo muy difícil. Pocos días antes de asumir el poder el 16 de agosto del 1982, México se había declarado incapaz de poder seguir pagando sus compromisos externos y esa situación fue el inicio de los grandes problemas en torno a la deuda externa a nivel latinoamericano. Bajo un escenario de esa naturaleza lo correcto hubiese sido que el gobierno desde el primer dia en el poder adoptará las medidas que se necesitaban. Sin embargo eso no se hizo, lo cual fue un grave error. Es 20 meses después de haber asumido el poder, 24 abril de 1984, que bajo un acuerdo con el FMI adoptan las medidas que acordaron con ese organismo. Eso dio lugar a la “poblada de abril 24 de 1984”. La población de la ciudad capital y otros centros urbanos del interior del país se lanzaron a las calles a protestar por las alzas en los precios de los alimentos, los combustibles, los medicamentos y las tarifas de la electricidad. Como producto de esa situación se generaron asaltos, robos y destrucción de comercios y bienes públicos.

La intensidad de las protestas y la incapacidad de las fuerzas de orden público de imponer el orden, dieron lugar a que el entonces Jefe de la Policía Nacional comunicará al Presidente de la República que las fuerzas bajo su mando no eran capaces de controlar las protestas.

El presidente de la república frente a esa situación decretó un toque de queda y como jefe de las fuerzas armadas ordenó al ejército nacional a que impusiera el orden. No se conocen datos exactos pero se estima que en ese proceso murieron unas 100 personas y unos mil heridos.

Para pacificar a la población el gobierno anuló las medidas económicas que había adoptado y de hecho también rompió el acuerdo con el FMI. Esto dio lugar a que Estados Unidos, los organismos internacionales,la banca externa y países acreedores le cerraran el crédito al país. Es decir, sin apoyo interno ni externo y con un partido dividido la situación política y económica del gobierno era muy precaria. A nivel latinoamericano el tema de la deuda externa y los ajustes con el FMI dieron lugar a que se unieran y formaran el llamado” Consenso de Cartagena” y cuyo objetivo era conseguir mejores condiciones en las negociaciones. La situación política que se generó después del 24 de abril era muy difícil, lo cual dificulto la adopción de nuevas medidas económicas. El presidente Jorge Blanco tuvo que dedicar en ese verano de 1984 un gran tiempo visitando a los líderes políticos y dirigentes empresariales para explicarles la difícil situación que tenía el país. Eso mismo lo hizo a nivel externo nuestro canciller Vega Imbert y el equipo económico.

Fue en esos meses y después de lo ocurrido en abril 1984 que me designaron como Secretario de Finanzas y poco después como Gobernador del Banco Central. Recuerdo haber acompañado al presidente a varias de esas visitas y una de ellas fue a los dirigentes de su propio partido, que en lugar de escuchar la explicación que se les iba a realizar sobre la grave situación económica y política que se tenía, se pasaron horas exigiendo al Presidente empleos para sus seguidores, mientras otros que desempeñaban altos cargos dedicaron su tiempo para pedirle mayores recursos para las secretarías que dirigían. No puedo olvidar que cuando salíamos de esa reunión observé al Presidente, éste se notaba abatido, quizás desilusionado, y dirigiéndose a mí me dijo” excúsame por haberte traído a un lugar como este al inicio de tu gestión”.

Con escenarios como ese, donde reinaba la incomprensión sobre la situación de la Nación, sería imposible lograr en el Congreso la aprobación de una reforma fiscal, lo que era una pieza clave para poder llevar a cabo el programa que ejecutariamos. Bajo esas condiciones, y en ausencia de nuevos ingresos fiscales, era obvio que las políticas monetarias que se tendrían que diseñar y aplicar serían demasiado fuertes y que todo el peso del ajuste a realizar iba a recaer en el sector monetario. Fue bajo ese escenario que se adoptaron las únicas y duras medicinas que en ese momento servirían para curar a una economía que estaba gravemente enferma desde hacía muchos años y a la vez cuidar de que los sectores de menor ingreso no fueran afectados.

El 23 de enero del 1985, y en una sesión que duró hasta la madrugada, la Junta Monetaria tomó un conjunto de resoluciones que fueron el fundamento de la reforma monetaria de 1985.

A partir de ese momento y con las resoluciones aprobadas entramos en la segunda fase, que era la instrumentación del programa económico. Es decir, que del diseño pasábamos a la ejecución, en el cual tendríamos que hacer una correcta aplicación de las medidas adoptadas para lograr el éxito del programa. Fue así como pudimos estabilizar la economía y sentar las bases de una nueva estructura productiva para el país.

En esos 22 meses el gabinete económico se empleó a fondo no solo en la búsqueda de equilibrar la economía, sino también en renegociar la deuda externa para restaurar la credibilidad del país frente a los organismos internacionales y países acreedores. Pero teníamos otro gran reto, que era lograr un ajuste con crecimiento económico, lo cual afortunadamente pudimos hacer. En este periodo se pudo demostrar que una conducción económica operando con un presupuesto fiscal equilibrado y con una política monetaria austera y sin emitir pesos inorgánicos puede lograr crecimiento económico. En ese entonces la ciencia económica consideraba muy difícil realizar un proceso de ajuste que en tan corto plazo pudiera a la vez hacer crecer la economía. No obstante, las políticas que fueron instrumentadas lograron no sólo alcanzar las metas y objetivos del programa con el FMI sino también lograr el crecimiento económico.

El hecho de que la situación económica mejorará permitió que el país políticamente se calmara y que se pudieran celebrar en forma normal las elecciones presidenciales en mayo 1986 y en agosto 16, cuando terminamos nuestra gestión, la moneda dominicana se encontraba estabilizada en 2.80 pesos por un dólar con un mercado de divisas unificado y bajo un sistema de libre flotación. La inflación en ese año fue de un 5.2% y la economía creció en un 3.5% y además se tenía una deuda externa renegociada en que los vencimientos de capital habían sido extendidos para aliviar el pago del servicio de la deuda al nuevo gobierno. Pero más importante aún fue que esas medidas lograron modificar la estructura productiva del país haciendo surgir con vitalidad al turismo, las zonas francas y otros sectores modernos. Fue en esos años que se trabajó y se hizo realidad la ley que creó las zonas francas, uno de los pasos de mayor trascendencia en el desarrollo dominicano de las últimas décadas. Hubiéramos querido profundizar y continuar con otras reformas estructurales, pero el tiempo se nos terminaba y consideramos que no era prudente aplicar nuevas políticas en momentos de elecciones presidenciales, ni dejar compromisos a las nuevas autoridades con organismos internacionales como el FMI. Por ello el equipo económico se concentró desde el verano de 1985 hasta agosto de 1986, en terminar el proceso iniciado y organizar la transición económica para el nuevo gobierno. Los logros obtenidos en un corto tiempo se debieron al magnífico trabajo de un grupo de brillantes profesionales del Banco Central y de todos ellos guardo un grato recuerdo. Debo mencionar a uno de ellos, porque éste ya se ha consagrado como uno de los grandes gobernadores de esa institución, me refiero a Héctor Valdez. Pero principalmente el lograr estabilizar y retornar al país al sendero del crecimiento económico fue posible por estar junto al más coherente y dedicado equipo económico gubernamental que a nivel ministerial ha tenido el país en el pasado siglo, compuesto por Orlando Haza, Milton Messina y Manuel Cocco. Esas personas fueron las que el conocido historiador Frank Moya Pons denominó en uno de sus trabajos como “El escuadrón de los suicidas”, al considerar que era un grupo de hombres empeñados en enfrentar seriamente los problemas macroeconómicos del país y decididos a cargar con el costo político de su empeño.

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