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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

¿Qué esperaba Juan Pablo II de los jesuitas en 1982?

Juan Pablo II recibió a los provinciales jesuitas el 27 de febrero de 1982. Les explicó por qué había intervenido la Compañía, una decisión motivada “por el particular amor” que tiene a la orden. El papa se felicitó con los jesuitas por haber aceptado esta «prueba» con abnegación y obediencia, y, “lo digo con una intensa conmoción», con un espíritu auténticamente ignaciano”. Agradeció al Padre Arrupe su servicio.

En su alocución a los provinciales jesuitas el papa les pidió: dedíquense a la aplicación del Concilio Vaticano II, como lo hicieron los primeros con el Concilio de Trento. Convenzan a los que están tentados de integrismo o de progresismo. Juan Pablo II quería que los jesuitas buscasen tres objetivos concretos: “el ecumenismo, el diálogo con las religiones no cristianas, el compromiso con el preocupante fenómeno del ateísmo.” La Compañía solo conseguirá estos objetivos con una “formación intelectual y espiritual sólida y duradera”, con una colaboración filial con el papa y actuando conjunta y lealmente con los dicasterios romanos.

Dezza escribe a toda la Compañía (25-III-1982) contándole el resultado de los trabajos de esa reunión de provinciales. A su relato le acompañan dos documentos: la alocución del papa y un texto, “Normas directivas para la realización de los deseos del papa”. Dezza pide que se medite y se ponga en práctica para alinearse con los “deseos del papa” y “sus directivas”.

La Bella llama la atención cómo entre las Normas, el tema fe – justicia “se llevó la parte del León”. Dezza planteaba cuatro recomendaciones, “directrices” que debían guiar el accionar de todo jesuita. Primero, respeten una jerarquía de valores “evitando «exaltar

más de lo justo la promoción de los hombres y su progreso social, en el plano temporal,

en perjuicio del significado esencial que la Iglesia atribuye a la evangelización». Segundo, no olviden que “la salvación no es un bienestar material, ni la misión de la Iglesia un proyecto simplemente temporal. Tercero, «no debemos confundir más las tareas propias de los sacerdotes con las de los laicos», y evitar continuar ocupando su sitio. Cuarto: ya no se permite la participación «de los nuestros en partidos políticos», ni mucho menos asumir roles directivos en ellos.”

Otra sección del documento pedía fidelidad al magisterio y a las leyes de la Iglesia.