La gravedad de la Inteligencia Artificial

“Hemos conocido al enemigo y somos nosotros mismos” Anónimo

A. Homo habilis

Desde tiempos prehistóricos, cuando el primate superior “Homo habilis” se valió de utensilios para salvaguardar su reproducción y sobrevivencia, no habíamos experimentado tal vorágine de innovaciones. En menos de lo que va una generación, hemos presenciado el desfile de radicales transformaciones energéticas y cognoscitivas de toda una serie de artefactos, utensilios, que respaldan y expanden los límites biológicos, las capacidades productivas y los confines de eficiencia y de convivencia de todo ser humano ensimismado en sí mismo y/o en sus semejantes.

Así, pues, sumergidos en el célebre “nada es permanente, a excepción del cambio”, -que dictó Heráclito (540 a.C. - 480 a.C.) al poner sus ojos en el fuego (y en la guerra)-, el logos aristotélico que nos distingue como Homo sapiens en el planeta tierra, acaba de abrir una nueva caja de Pandora y desafiar la gravedad.

B. La Inteligencia

Artificial (IA)

Atrás quedan las tres primera revoluciones industriales. Las dos iniciales impulsadas, respectivamente, por máquinas de vapor, electricidad y producción en masa; y, la tercera, tan reciente como finales del siglo XX, llega de la mano de la tecnología digital y del computador basado en la microelectrónica y el desarrollo del software.

Cierto, recién oíamos y aprendíamos que esa tercera revolución transformó el procesamiento de la información, la automatización de la industria, al tiempo de ocasionar la economía de servicios y la Era de la Información, de la Big Data y del Internet, cuando asistimos a la 4ª Revolución Industrial con la entrada del siglo XXI y aun cuando todavía sea de carambola en algunos rincones del mundo. Mejor conocida como Industria 4.0, ella llega al gran público encauzada por programas como ChatGPT, Bard, AlphaFold y otros, los cuales, evidencian la capacidad de la humanidad para confeccionar, por primera vez, como si fuese la obra de un demiurgo, algo que supera por mucho la capacidad cerebral con la que los humanos evolucionamos durante siglos de manera natural.

En palabras del profesor e investigador dominicano, Renato R. González, Industria 4.0 se caracteriza por la fusión de tecnologías que borran los límites entre lo físico, digital y biológico, motorizada por la Inteligencia Artificial (IA). Esta penetra e integra tecnologías, como el Internet de las Cosas (IoT), la Realidad Virtual y Aumentada, la impresión 3D, la biotecnología, la nanotecnología, la ingeniería genética y las neurociencias. Su expansión presente lo convulsiona y arrolla todo.

De acuerdo con Avi Loeb, profesor de ciencia estadounidense, lidiamos con sistemas artificiales de inteligencia que, con más de mil billones de conexiones, exceden con creces la complejidad del cerebro humano. Su desarrollo y crecimiento es tan vertiginoso que hace aproximadamente un año surgió la IA generativa (IAg), tomando al mundo por sorpresa. Modelos de lenguajes grandes (LLM) extraordinariamente poderosos permiten un rendimiento sin precedentes en una gama de tareas más amplia que en cualquier ocasión precedente.

En resumidas cuentas, los impactos la IA son inéditos, inauditos e impredecibles. No se trata ya de hacer uso de una piedra, de una lanza, de un bisturí u otro instrumento útil de índole artesanal o industrial, sino de emplear dispositivos inteligentes que amplifican a la enésima potencia el trabajo cognoscitivo de seres humanos por medio de algoritmos matemáticos. Por ello mismo, ante esa nueva realidad en pleno desarrollo, las exclamaciones de admiración, así como las de precaución y reservas, se suceden.

C. Pros y contras

En ese contexto, la IA están redefiniendo rápidamente lo que era considerado exclusivo de la cognición humana. Aprende lo que significa tener vida, a partir de gran cantidad de datos sobre genes y células. Sustituye las labores más rutinarias, redefine el valor de las habilidades humanas en el trabajo e integra en el mercado laboral, destrezas como la empatía, la curiosidad y la comunicación. Revoluciona el mundo industrial, desde el financiero hasta el manufacturero; y, hasta atiende la revisión de los recipientes de basura de los restaurantes y analiza los datos de los supermercados, como formas específicas de cooperar en el combate al desperdicio de alimentos.

En resumen, su valor parece ser inagotable, tanto en los predios de la formación y de la educación en el aula escolar, como en el desarrollo y definición de conflictos bélicos en curso y por venir, sin soslayar cómo puede contribuir a combatir el cambio climático y la pérdida de la naturaleza. Por tanto, tan reciente como el pasado 19 de marzo, Jensen Huang, director ejecutivo de Nvidia, el mayor fabricante mundial de chips informáticos y su tercera empresa más valiosa que cotiza en bolsa, dijo que creía que los modelos actuales IA podrían avanzar hasta el punto de la llamada inteligencia artificial general (iag) en cinco años.

No obstante los pros, la IA pareciera ser la mala sorpresa sustraída de la caja de Pandora. Ejemplo de contras, los LLM –reconocidos por generar textos e imágenes convincentes, así como aplicaciones tipo GPT-4 de OpenAI y Gemini de Google- son inherentemente extractivos; léase bien, se limitan a capturar el valor inherente a la producción creativa de millones de personas y lo interceptan para obtener ganancias privadas.

También se cuenta con llamadas de atención. Entre otras, el economista dominicano, Fernando Pellerano, discierne un horizonte disyuntivo entre “Horror o utopía”. Y el escritor y ensayista estadounidense, Erik Davis, advierte: “Las inteligencias artificiales podrían convertirse en nuevos dioses”.

D. La cuestión filosófica

Independientemente del ir y venir del debate actual, lo incuestionable es que la IA está omnipresente en la actualidad mundial. Tal y como acaba de reconocer el Instituto de Inteligencia Artificial en el Humano, de la Universidad de Standford, la IA ya supera a los humanos en casi todas las tareas básicas. Incluso, a nivel más pedestre, el desenlace de la hegemonía geopolítica de potencias como Estados Unidos y China, dependen hoy día de la carrera por alcanzar el dominio y la superioridad en términos de esa artificialidad.

Por eso lo flemático del profesor de filosofía de Oxford, Nick Bostrom, cuando toma distancia y se aleja de quienes presagian la hecatombe o esperan el mejor de los mundos, de la mano de la IA, y pregunta con los ojos de Moisés en las utopías,“¿qué haremos los humanos si la tecnología llega a solucionarlo todo?”

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