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Por un fondo nacional que proteja a los médicos demandados por “mala práctica”

La reciente imposición de penalidades económicas a varios centros de salud públicos y privados del país dadas a conocer por varias fuentes, incluyendo a los abogados apoderados de las demandas por “mala práctica médica”, nos lleva a meditar sobre la condición social del médico dominicano, observando que el terreno de este tema está minado, que es un bosque profusamente sembrado de espinosos frutales.

Desde joven he estado junto al sector médico nacional. Ese vinculo lo debo a nuestros entrañables hermanos, los doctores José Juan Castillos y Rafael Estévez Rochet. Por la salud de este estoy pidiendo a Dios, esperanzado.

Estévez Rochet es un científico formado, fisiólogo, un acucioso lector y un emprendedor incansable y dedicado. Debió abandonar su especialidad y “aplatanarse” al sistema de salud nacional para poder sobrevivir. Con tres hijos y una esposa a quienes proveer y amar, no dudó en volver a estudiar en la UASD, junto a compañeros de estudios que también eran sus alumnos de Fisiología. Reía al contármelo. Gracias a esas virtudes levantó, junto a su esposa Carmen Hernández y a sus hijos, un formidable centro de servicios médicos en la zona Oriental.

No todos los médicos poseen el espíritu emprendedor de Estévez Rochet.

Al escuchar la noticia sobre lo que nos ocupa pensé en la dualidad a la cual los sistemas nacionales de salud y de seguridad social, con sus pírricas pagas, sentencian a estos profesionales, a diario. Es una condena superior a la que cualquier tribunal pueda dictar. Generalmente olvidamos que los médicos son seres sociales, humanos; decimos que están inmersos en el sistema aspiracional vigente en su entorno. Y, para peor, de ellos los familiares siempre esperan más. Y ellos también. Su actualidad médico-científico les cuesta mucho tiempo y dinero y su profesión lo exige pues ninguna otra ocupación es tan demandante al respecto dada la evolución y mejoras constantes de los conocimientos en este campo, incluyendo saberes cada vez más detallados sobre el organismo humano, las dolencias que lo afectan y pueden impactar, sus predisposiciones genéticas y —en consecuencia— nuevos saberes y tecnologías aplicables a los métodos diagnósticos, a las terapias, a la farmacología. El objeto del médico es su permanente crecimiento clínico, de lo que depende su certeza diagnóstica y, como efecto, el éxito de las terapias que prescribe.

El médico dominicano necesita, para vivir con la tranquilidad que su profesión requiere, un ingreso mínimo de unos $300 mil pesos. Un médico no debe tener preocupación de algún tipo cuando consulta, diagnostica, trata, interviene o da seguimiento ambulatorio a pacientes. Una paga mínima para que las clínicas y hospitales puedan reclamarles jornadas laborales completas.

¿Cuántas consultas de $500 deben lograr los médicos al mes para reunir esos $300 mil? Nos referimos a aquellos especialistas no intervencionistas, ni cirujanos, anestesistas, traumatólogos u otros, cuya demanda es superior. Pues requieren unas 600 consultas mensuales, casi 27 por día. Observe bien: ¡3.39 minutos por paciente!

El médico que le está atendiendo, ¿le dedica más de 4 minutos cuando lo consulta o brinda otro servicio?

Si lo hace, le está regalando su vida, la paz de su familia, su oportunidad de desarrollo profesional y económico social.

¡Todo para que usted se recupere y mantenga su salud!

Lo digo atendiendo a que alguien me inculcó la veracidad; llamar “Al pan, pan y al vino, vino”.

Pero muchos aquí quieren descargarse contra los médicos sin tomar en cuenta lo que está afuera de ellos ni su “record”. Aquello que los puede determinar.

Dado que los sistemas nacionales de salud y de seguridad social les pagan tan poco, castrándolos casi, ¿no es hora de que el Ministerio de Salud, la Superintendencia de Salud y Riesgos Laborales (Sisalril), el Colegio Médico Dominicano (CMD), la Andeclip, las ARS, las sociedades médicas especializadas y el Servicio Nacional de Salud (SNS) unan fuerzas para analizar la posibilidad y pertinencia de crear un fondo que proteja a los médicos en casos de demandas que resulten en condenas por supuestas o reales negligencias médicas ocurridas a causa de carencia de conocimientos o incapacidades resolutivas de los centros de atención?

¿Deben los médicos, también —especialmente los cirujanos—, agenciarse de pólizas que los cubran ante riesgos y eventualidades de esta naturaleza, tan indeseadas?

Debemos recordar lo pobre que el país es. Y que los médicos han estado sirviéndonos a todos a precio de vaca flaca.

Nótese que el sueldo inicial de un galeno especialista en un hospital estadounidense es US$280 mil al año: ¡US$23,333 al mes! Casi RD$1.4 millones mensuales: diez y ocho veces más que la paga que reciben en el país.

Demos gracias a Dios porque no han decidido emigrar.

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