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La incertidumbre del Tsunami del siglo XXI

El fenómeno de los traumatismos en el desplazamiento parece haber llegado a su cresta a nivel global, según cuenta la Organización Mundial de la Salud en su último informe, mas no en República Dominicana.

Me refiero al número de víctimas fatales por accidentes de tránsito registrado, que de 1.4 millones anuales en el decenio, a partir del 2021 arranca con 1.19 millones, como supuesto decenso.

En lo personal poco creíble por las manipulaciones con que los gobiernos han tratado esas estadísticas tradicionalmente, de acuerdo a nuestras informaciones.

En ese orden, en el caso del sistema epidemiológico dominicano, para nadie es un secreto sea confiable, ya que los registros, el procesamiento y análisis de los mismos no muestran real transparencia ni eficacia.

Es oportuno referirme a una vieja conversación sostenida con el ex presidente Fernández un año después de rota toda posiblidad constitucional de retornar al poder, donde le decíamos que nuestras investigaciones reportaban una reducción de la tasa de mortalidad en las vías para el 2012 por causa de las nuevas infraestructuras y de la gestión en el transporte masivo, pero también vaticinábamos que no será, lamentablemente, una tendencia al no vistumbrarse políticas de seguridad vial sostenibles que tomaran en cuenta otros factores importantes.

Como así ha sido efectivamente desde entonces. La baja en la mortalidad confirmada dos años más tarde por los organismos internacionales competentes, la situaron en 29.3 muertes por cada cien mil dominicanos concidiendo al finalizar su desempeño gubernamental hasta alcanzar hoy día valores superiores a los 60 decesos por cada cien mil habitantes.

Las falencias puntuales se potencializan cuando el 9-1-1 para asistencia en las vías constituye un sistema fallido en la República Dominicana, pero en segundo lugar, en el sistema de salud no se ha podido implementar un seguimiento a los heridos graves por la misma causa, lo cual reviste suma importancia para dilucidar el verdadero estado de las estadísticas mortales.

Con la mala gestión de políticas de movilidad segura, crecimiento de la población y del parque vehicular, los indicadores de siniestralidad viaria representan un verdadero “Tsunami silencioso”, detenible, de existir voluntad política.

Pues, la falta de información en las esferas de poder en sus diferentes niveles revelan una total indiferencia en un tema tan crucial llegando afectar poderosamente el presupuesto de la nación y las familias dominicanas.

Un organismo foráneo (IRAP Safety Insights Explorer) habla de un gasto particular equivalente al 9% del PIB, cuando el mito creado en los decisores nacionales promueve ser de menos de un 3%, lo cual supone una tarea pendiente por definir en la República Dominicana.

Los partidos políticos en el actual proceso electoral tienen la oportunidad de visualizar y proponer una transformación real para detener esta creciente ola de víctimas en siniestros inaceptables, un tránsito que está llegando al colapso, además de poder implementar desarrollo de capacidades y de respuestas para atacar el problema no solo en sus efectos con medidas superficiales y mediáticas como hasta ahora ha sido, sino en las causales más profundas del fenómeno, para entrar algún día en la fase de erradicación mediante un proyecto de nación, que no es imposible.