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Platón: ¿Cuál es la mejor forma de gobierno?

El escenario político se muestra con nuevos bríos y cambios en el quehacer político dominicano. Surgen nuevos candidatos, presidenciales, senatoriales y diputaciones, que por primera vez se presentarán al escrutinio de la sociedad.

Realmente esto nos dice que nuestra democracia se consolida y que estos ejercicios deben ser permanentes. Ahora, atentos, a las propuestas de nuestros candidatos, que no deben estar alejadas de esperanzas, muy por el contrario, el mundo ha cambiado y se requieren nuevas fórmulas para continuar avanzando como nación.

Es un compromiso ciudadano presentarnos a las urnas y cumplir con nuestro deber constitucional. De lo que se trata es de quién o quiénes ofertarán a nuestro país las estrategias para lograr un mejor futuro social, económico, y a la consolidación internacional como destino turístico.

En tal sentido, hagamos una pausa y reflexionemos en lo siguiente: ¿Cuál era para Platón la mejor forma de gobierno, y por qué creía que la democracia era una de las peores?

La opinión que Platón tenía de la democracia no era muy favorable. Sostenía diálogos entre Sócrates, su maestro, y algunos amigos sobre la naturaleza de los regímenes y las razones por las cuales uno es superior a otro. Quedando en evidencia su opinión sobre la democracia, definiéndole, como el gobierno del pueblo. Señaló, que era el proceso para decidir qué hacer, incluso votar por un líder le parecía arriesgado pues los electores eran fácilmente influenciados por características irrelevantes, como la apariencia de los candidatos, olvidando que lo que se requiere son calificaciones para gobernar.

Platón, entendía que, para dirigir el Estado, los más indicados eran filósofos especialmente entrenados, escogidos por su incorruptibilidad y por tener un conocimiento de la realidad más profundo que el común de la gente. Esa forma de gobierno era la aristocracia o el gobierno de los mejores, donde unos pocos se pasarían la vida preparándose para el liderazgo, los que dirigirían la República y estarían en la mejor facultad de tomar decisiones acertadas a beneficio de la sociedad.

Aunque sus puntos de vista eran indiscutiblemente clasistas, Platón creía que esos aristócratas gobernarían desinteresada y virtuosamente. Sin embargo, esta sociedad ideal estaría en constante peligro de derrumbarse. Anticipó que los hijos de los hombres sabios y educados se corromperían con el tiempo por los privilegios y el ocio, que terminarían preocupándose únicamente por la riqueza, y la aristocracia se convertiría en una oligarquía o en el gobierno de unos pocos. El problema con la aristocracia era que los hijos de esos pocos educados para liderar terminarían siendo vanos, inútiles o sin logros.

Estos nuevos gobernantes ricos y mezquinos estarían obsesionados con equilibrar el presupuesto. La austeridad dominaría y la desigualdad aumentaría.

¨A medida que los ricos se hacen cada vez más ricos, cuanto más piensan en hacer una fortuna, menos piensan en la virtud¨, escribió Platón. Eventualmente, los oligarcas serían derrocados y el Estado colapsaría en una democracia. Para nosotros, tan acostumbrados a escuchar alabanzas a la democracia, suena rara la idea de que en ese recuento de gobiernos que se hunden de formas superiores a inferiores, ocupe el tercer lugar, después de la aristocracia y la oligarquía. No sólo eso, en la República, el Sócrates imaginado por Platón señala que esa democracia, es una forma agradable de anarquía, como cualquier otro régimen se derrumbaría por sus contradicciones. Al igual que de la aristocracia nacería la oligarquía y de ésta, la democracia.

Hoy en día hay muchas instituciones que no existían en la época de Platón. Estas son el sistema de contrapeso de los gobiernos. Según Platón, llega un punto en la evolución de la democracia en la que se vuelve caldo de cultivo para demagogos que la colocan en peligro.

Ofreciéndoles a los ciudadanos confundidos, distraídos y autoindulgentes una especie de alivio de las interminables opciones e inseguridades de la democracia y se ofrecen así mismo como la respuesta personificada a todas las dificultades.

Aunque la idea de ser gobernados por aristócratas nos haga ruido, de fondo lo que estaba deseando era un liderazgo de personas desinteresadas en los placeres vagos, pues así serían incorruptibles y, gracias a su educación, tomarían decisiones sabias destinadas a la virtud.

En tal sentido surgen líderes que se preguntarían constantemente: ¿Cuál sería el curso de acción más justo y prudente?

Esa es la clave para Platón, tomar decisiones justas, prudentes y sabias. Que gobernara la virtud, no la pasión.

Debemos estar consiente que la forma de hacer política ha cambiado. Han surgido nuevos liderazgos, partidos, movimientos con ofertas más frescas para una sociedad más joven y donde brota la confianza. Estas nuevas propuestas las podemos observar regionalmente, o recientemente en el continente europeo.

A estos nuevos acontecimientos, podríamos decir que lo que necesita nuestra democracia es una revolución moral.