Funciones ejecutivas, atención y adolescencia

La adolescencia es un período de transición entre la niñez y la adultez, con unas condiciones neurológicas y fisiológicas específicas; con grandes cambios físicos, psicológicos, intelectuales y sociales, volviéndoles vulnerables a los problemas de salud mental, emocional y espiritual. Es la edad para constituir la propia identidad y para maximizar las potencialidades. Su inicio se precisa en torno a los 12 años, y su fin entre los 18 o 20 años. Regularmente, en ellos se crea una crisis de identidad y de autoafirmación, a favor de la autonomía y de la independencia, consolidando su yo. Si el niño se identifica con los padres, el adolescente debe responder a la pregunta ¿quién soy? El aporte de la familia consiste en promover la individualidad y la interacción. Esto lo hacen los padres democráticos, quienes promueven las pequeñas decisiones, creando límites flexibles. Adicionalmente, están los progenitores autoritarios, quienes producen personas inseguras, dependientes, temerosas y negativas; y los permisivos, quienes apenas promueven límites y orientación, fomentan la identidad difusa, egocéntrica y con escasos recursos para tolerar la frustración.

Al salir de la adolescencia se esperan dos metas significativas: primera, aceptar el propio físico e integrar los cambios. El físico ofrece seguridad. Hoy les genera confusión la eliminación de la palabra sexo como referencia a la naturaleza con sus dos posibilidades, varón y mujer, que adoptan algunos grupos; dificultando al adolescente identificarse con su propio cuerpo. Segunda, la adaptación a sentimientos y emociones nuevas; también los cambios físicos van acompañados de cambios emocionales. El cerebro adolescente está en el 80% de su proceso de maduración; así se explican sus conductas imprevisibles, los cambios de humor, la irritabilidad, la impulsividad y la falta de percepción del riesgo, así como las conductas peligrosas.

Comienzan a hacer amigos, se verifica la primera relación amorosa de pareja: yo elegido y me eligen. Piensan que las emociones definen la identidad; la sociedad les refuerza esta falsa idea: somos como nos sentimos; sin embargo, ni las emociones ni los sentimientos definen lo que somos. Por otra parte, la orientación sexual no depende de una variable, sino de tres componentes: el entorno, la vivencia y la genética. En el desarrollo de su identidad sexual los padres son determinantes. Ellos han de aceptar, valorar y querer a los hijos tal como son, sin etiquetarlos; acompañándolos en sus equívocos, ya que sus funciones ejecutivas no han alcanzado el máximo de maduraTanto Sastre-Riba como Escolano-Pérez sostienen que las funciones ejecutivas, “tienen que ver con los procesos de orden cognitivos y emocionales; se refieren a la capacidad de organizar y planificar una tarea, seleccionar apropiadamente los objetivos, iniciar un plan y mantenerlo en la mente mientras se ejecuta, inhibir las distracciones, detectar los errores, cambiar de estrategias de modo flexible, autorregular y controlar el curso de la acción para asegurar la consecución de una meta”. Dichas funciones tienen que ver con: organización, anticipación, planificación, inhibición, memoria de trabajo, flexibilidad y auto regulación. Precisamente, son las áreas en las cuales los adolescentes tienen mayores dificultades.