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La batalla decisiva

“Si alguien te insulta, haz una pausa por un segundo y míralo diciendo: ¿Estás bien?”

-Anónimo-

El 15 de abril, en las efemérides independentistas, se conmemora el 180º aniversario de la batalla naval de Tortuguero, un combate contra unas fuerzas militares haitianas que no aceptaron la realidad de que, a partir del magno 27 de febrero, se había establecido la independencia eterna entre la República Dominicana y la República de Haití.

Por eso no podemos dejar perecer en la memoria colectiva las glorias inmarcesibles de quienes nos legaron una República Dominicana que debemos honrar con nuestras acciones en el día a día, levantando el alma nacional.

Algunas reseñas históricas navegan año tras año con un “copiar y pegar” esa indiscutible hazaña naval bélica contra los haitianos en nuestros mares del sur, con los nombres gloriosos de comandantes como Cambiaso y Maggiolo, resaltando al primer almirante dominicano, Juan Alejandro Acosta.

La Armada Nacional fue soporte fundamental en el transporte de tropas, el abastecimiento y en esos aprestos bélicos (1844-1856) con su potencia de fuego, debiendo resaltarse lo acaecido en el Atlántico, con los ataques a cabo Haitiano, Fort Liberté; Petit Riviere, Dame-Marie, Anse-Au-Pitre y la batalla naval de los Cayos.

Fue fundamental en batallas como Beller (1845), El Número y Las Carreras (1849) y Sabana Larga (1856).

Merecen mención especial los padres y jefes de Estado Mayor de la Marina de Guerra de la tercera República: almirantes de almirantes Ramón Julio Didiez Burgos y César De Windt Lavandier, sobrevivientes de los ataques de submarinos alemanes en el Caribe (1942).

Del mismo modo su discípulo más destacado, el almirante Luis Homero Lajara Burgos, ideólogo de la histórica misión naval a España (1954), y de estos tiempos los almirantes Iván Vargas Céspedes y Rubén Paulino Álvarez, íconos de la institucionalidad, los símbolos y las tradiciones navales.

En este nuevo milenio, es propicia la impostergable modernización de la flota con la reestructuración de nuestras fuerzas navales para cumplir mejor sus misiones primarias de seguridad nacional, preservando el mar territorial y las costas, todo ello consagrado en la Constitución de la República.

La Armada de la República Dominicana es vital con su listeza operacional contra las amenazas emergentes: narcotráfico, terrorismo, tráfico de personas y para la preservación del ambiente marino, fortaleciendo su condición de autoridad marítima nacional.

Los oficiales navales deben tener una aptitud profesional acorde al nuevo paradigma, con una visión global que implica, en adición a los conocimientos náuticos, la experiencia, integridad y una visión estratégica sobre aspectos como el comercio, tráfico marítimo y el cambio climático.

La geopolítica, con el grave problema haitiano y los intereses de las potencias —la arrogancia imperial— debe ser una herramienta, no sólo de la diplomacia, sino del poder militar, siempre subordinado al poder civil, en el proceso de toma de decisiones y el sentido de compromiso.

Cada año se dimensiona la importancia de la geopolítica, disciplina cuyos límites de conocimiento se ocupan de estudiar cómo los factores geográficos, incluyendo el territorio, la población y la localización estratégica, afectan las relaciones entre los Estados.

Los retos y desafíos en relación con Haití, con sus treguas, han sido preocupantes desde 1844, agravados ahora por la explosión de violencia y los intentos irracionales de crear campamentos de refugiados de este lado, los que atraerían masas hambrientas del oeste hacia la República Dominicana.

Para mejor entendimiento del delicado proceso de toma de decisiones, es pertinente tener en cuenta conceptos de escuelas de pensamiento, como la alemana, precursora de la geopolítica, bajo la conducción del geógrafo Frederich Ratzel (1844-1904), introductor del concepto de “espacio vital”.

Asimismo, los aportes del científico sueco Rudolf Kjellén (1864-1922), creador del término “geopolítica” encarándola como una ciencia que estudia la causalidad espacial de los sucesos políticos a través de la geografía política/descriptiva y la historia.

Así surgieron, a finales del siglo XIX y a comienzos del siglo XX, estrategas como el almirante estadounidense Alfred T. Mahan (1840-1914) cuyas enseñanzas fueron el catalejo de una pléyade de oficiales navales dominicanos de los años cincuenta.

Él recomendó la ocupación de las islas de Hawái y Filipinas y el control del Caribe, para posteriormente construir un canal que uniera los océanos Pacífico y Atlántico, resaltando la importancia del poder naval con una opinión pública bien informada.

El pensador alemán Karl Haushofer (1869-1946), afirmó que Alemania debía expandir sus fronteras para acomodar el aumento de la población (concepto de estrategia global). Este caso resulta importante para entender nuestra relación con Haití.

Resulta apropiado, como ejercicio geopolítico, mencionar al pensador inglés Halford Mackinder (1861-1947) y su concepto de isla mundial: quien domine la Europa Central controlará el corazón mundial; quien domine el corazón mundial dominará la isla mundial; y quien domine la isla mundial dominará el mundo.

El eterno reto que representa Haití, colocándonos siempre “ojo avizor”, requiere que recordemos la historia y nos comprometamos, tanto el Estado como los ciudadanos, para vencer en la batalla decisiva: preservar el legado duartiano.

La aldea global, concepto creado por el filósofo canadiense Marshall McLuhan (1911-1980), ofrece una visión de Estado en nuestra relación con los vecinos del oeste: desarrollo sostenible, solidaridad, cooperación, tecnología y comunicación; jamás fusión.