¿Por qué no hemos podido eliminar la malaria de la República Dominicana?
En noviembre de 2023 nuestro país fue reconocido como “Campeón de las Américas”, debido a las estrategias de prevención y control, y sus avances encaminados a la erradicación de la malaria. Este, sin dudas, es un gran logro, ya que los parásitos causantes de la malaria han estado de manera casi perenne en nuestra historia post-colombina.
La malaria en la República Dominicana representa menos de 1,000 casos anuales durante la última década. En el pasado, tuvo una característica rural, fuertemente asociada a la frontera con Haití y áreas agrícolas dependientes de la fuerza laboral migrante. Sin embargo, desde 2014, este patrón fue cambiando a uno más urbano, generando varios focos de transmisión en el Gran Santo Domingo: específicamente en los Tres Brazos y La Ciénaga. Fue justo por los ingentes esfuerzos de control en estos lugares que nuestro país fue reconocido.
Sin embargo, el camino a la erradicación de la malaria de nuestra isla no parece estar cerca. Alcanzarlo representaría un hito sanitario de importancia regional. Junto con Haití, somos la última isla del Caribe con casos locales de la enfermedad.
Los parásitos causantes de la malaria transmiten por los mosquitos Anopheles albimanus (otra especie que no es el Aedes transmisor del dengue), que ha estado asociado a una serie de determinantes sociales de la salud para su circulación. Factores como la pobreza, la infraestructura de atención médica inadecuada, los cambios ambientales y el movimiento de la población contribuyen a la persistencia de la enfermedad en la isla.
Varios estudios científicos han descrito que factores como la humedad y la temperatura provocan que entre mayo-junio y noviembre-diciembre observemos un incremento en el número de casos. Los parásitos que han sido identificados en la isla (plasmodium falciparum y vivax) tienen modificaciones biológicas, facilitadas en el incremento de las poblaciones de mosquitos (esto asociado a la temperatura). Por ende, al igual que infecciones virales tropicales como el dengue, zika y chikungunya, la malaria se ve positivamente afectada en su reproducción ante factores climáticos. Estos factores, sabemos, han ido empeorando en la última década, y como país insular es un elemento de preocupación.
También debemos comprender que los desafíos para el control de la malaria incluyen la pobreza, el acceso limitado a la atención médica primaria, las condiciones de vida deficientes y la resistencia a los insecticidas. Asimismo, factores ambientales, como la deforestación y la urbanización acelerada, su interacción con las características vectoriales y el movimiento migratorio, no solo desde Haití, sino también de otros países del continente donde los factores económicos y políticos han propiciado el retorno de la malaria en sus poblaciones.
Por esto, es preciso delinear una agenda científica con impacto en las políticas de salud pública adecuadas a nuestras realidades. Para eliminar la malaria en el país, es necesario realizar una agenda multidisciplinaria, mejorando los sistemas de vigilancia, enfatizando la identificación de puntos críticos y detectar la dinámica de circulación asociada a poblaciones.
Debemos considerar la innovación en mecanismos de control vectorial adaptados a las especies locales de vectores y sus comportamientos. Asimismo, el fortalecimiento de la infraestructura de atención médica para garantizar el acceso universal a pruebas de diagnóstico rápido (PDR) o de punto de atención (POC) y tratamiento antimalárico efectivo.
También es clave incentivar el empoderamiento de las comunidades locales a través de la educación, trabajadores de salud comunitarios y enfoques participativos para promover comportamientos de prevención y búsqueda de tratamiento de la malaria. Esto invita a la participación de varios actores, pero en especial el de educación, la tan necesitada educación en salud. Igualmente, la inversión en investigación y desarrollo para comprender la interacción climática y las dinámicas vectoriales, la movilidad humana y las nuevas tecnologías útiles para erradicar el agente causal.
Un último factor que no podemos obviar es nuestra relación binacional entre los sistemas de salud dominicanos-haitianos, que en estos momentos amerita intervenciones de buen vecino.
La evidencia científica existente sugiere que el abordaje de los desafíos en malaria debe ser a través de una agenda integral, que incluye una vigilancia mejorada, estrategias de control de vectores, colaboración transfronteriza y participación comunitaria. A través de acciones concertadas y el compromiso de los interesados en todos los sectores, podemos allanar el camino hacia un futuro libre de malaria para la isla.
El autor es experto en enfermedades tropicales y virus emergentes, profesor titular de medicina tropical y salud global en Unibe, miembro de la Academia Dominicana de la Medicina, y miembro titular en salud de la carrera Nacional de Investigación.