PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Se busca interventor para la Compañía de Jesús
Además de reunirse con el cardenal Pironio el 31 de agosto, 1981, el asistente general, Cecil McGarry también contactó al Cardenal Gabriel – Marie Garrone el 2 de septiembre. El purpurado francés le comunicó lo que Juan Pablo II, interno en el hospital luego del atentado (13 mayo, 1981), le había expresado: JPII no deseaba una Congregación General jesuita, pues temía quién pudiera ser electo sucesor de Arrupe. Garrone le aconsejaba a McGary convencer al papa de la oportunidad de una congregación general “dándole todas las garantías posibles” y le sugería: tenga lista una “vía de escape”. Bella no elabora en qué consistía la “vía de escape”. En estos días se barajaban varios nombres de quién podía ser el interventor de la Compañía.
El 6 de octubre 1981, Juan Pablo II hizo pública “una de las decisiones más difíciles de su pontificado” intervenir la Compañía de Jesús. Ese día, el cardenal Secretario de Estado Agostino Casaroli pidió hablar en privado con el Padre Arrupe, a lo que el enfermero Hno. Rafael Bandera se negó. Entonces Casaroli le manifestó a Arrupe que la Compañía quedaba intervenida hasta la elección de un nuevo superior general. Casaroli no entendió lo que Arrupe llorando e incapacitado quería decirle. Del otro lado de la puerta, el desautorizado O’Keefe “no comprende lo que está pasando”.
La Compañía quedaba bajo un delegado personal de su confianza, el Padre Paolo Dezza, S.J., y su asistente Giuseppe Pittau, S.J.
En 1935, Dezza había sido Provincial de la provincia de Venecia, rector de la Pontificia Universidad Gregoriana (1941 – 1951). A la muerte del Padre General Ledóchowski, su nombre sonó para general. Colaboró estrechamente con Pío XII y en 1965 fue elegido asistente general y admonitor de Arrupe. Paulo VI y Juan Pablo I se confesaban con él.
El 7 de octubre, el secretario general de la orden, Louis Laurendeau, comunicaba a toda la Compañía la decisión de Juan Pablo II y esta petición de Arrupe al Padre O’Keefe: “haga saber a todos los jesuitas que acepta plenamente estas disposiciones y que espera que todos las acojan del mismo modo, con un espíritu de total y filial obediencia”.
Dezza comenzó su misión como delegado, el 31 de octubre de 1981, “con una misa concelebrada en la capilla de la Curia generalicia” (La Bella, 2019).