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OTEANDO

¡Ay no, Amnistía Internacional!

Seguramente todos saben lo que es una ONG. Se les llama Organización No Gubernamental. Se ocupan de todo cuanto se le pueda ocurrir al más “iluminado” de los humanos. No forman parte estructural de los gobiernos nacionales, pero presionan políticamente para –en su altruismo– recibir apoyo moral y financiamiento que pagamos los contribuyentes del país donde se origina, y los de otros más que se adicionan. Su activismo va desde la lucha contra el hambre hasta la lucha contra la guerra, pasando por renglones de la existencia social tales como la niñez, el medio ambiente, la salud, el terrorismo, el narcotráfico, la inmigración y un inacabable etcétera que podría llenar este periódico. La mayoría tiene su origen en una noble causa; pero, una vez su desempeño las implica en el quehacer político, cuya actividad es la primera que niegan cuando se les endilga -como si la política no fuera “gestión de conflictos para el proveimiento de bienes públicos”-, empiezan a recorrer el camino de la servidumbre propio del que recibe dádivas, pues quien las da siempre encuentra la oportunidad de obtener rédito político de ellas.

Así las cosas, podemos decir que Amnistía Internacional, fundada en 1961 por PeterBenenson, tiene como objetivo misional la defensa de los derechos humanos allí dondequiera que estos se vean conculcados en su disfrute y ejercicio. Nada más altruista. Pero “el uso de la razón para dirimir en favor de la Polis” –tomando prestada la expresión que usaba Aristóteles para definir la política–, también produce sus “externalidades” : a veces, los destinatarios del activismo de Amnistía Internacional terminamos solventando, cuando hacemos caso a sus “brillantes ocurrencias”, a un precio muy caro, su actitud genuflexa ante muchos de sus padrinos (dentro de los cuales siempre se encuentran los países poderosos y sus organismos multilaterales), los cuales no solo le proveen financiamiento, sino también reconocimientos de la más alta índole justificantes de su desempeño.

No es un secreto que, en ocasiones, las autoridades militares y migratorias cometen excesos en relación con el trato a extranjeros, especialmente con respecto a los haitianos. Yo mismo he denunciado la semana pasada, en mi participación en el programa “El gobierno del sábado”, de la emisora radial Z101 que, en Constanza, unos militares irrumpieron a la una de la madrugada en una choza de haitianos, supuestamente en un operativo de deportación, que dio al traste con la vida de una anciana que falleció a causa de un infarto que le produjo el susto.

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