VIVENCIAS

Bola de cristal

En un tiempo y lugar que Jhared Pacorro prefiere olvidar, ocurrieron tantas situaciones vergonzosas que dieron al traste con las buenas intenciones que se pretendía fueran las que adecentaran una institución plagada de tretas, ardides, confabulaciones, maquinaciones, conjuras, contubernios e intrigas.

Durante el periplo que Jhared Pacorro recorrió desde muy joven en aquella institución cuyo lema la identifica hacia fuera como una sociedad feliz, observó comportamientos estereotipados e hipócritas, que daba la sensación de estar en el infierno que Dante Alighieri describe en La Divina Comedia.

Como en el canto XI, que refiere el “fraude, que cualquier conciencia muerde, se puede hacer a quien de uno se fía, o a aquel que la confianza no ha mostrado; se diría que de esta forma matan el vínculo de amor que hace natura; y en el segundo círculo se esconden hipocresía, adulación, quien hace falsedad, latrocinio y simonía, rufianes, barateros y otros tales”.

En uno de esos avatares aquel clérigo que con prontitud atendió al llamado del enjuto conspirador, de boicotear con su inasistencia a las juntas convocadas por aquel de buenas intenciones, al ser cuestionado por este de su actitud, lacónico expresó, “vere mi bola de cristal para saber cuándo volveré a asistir a las reuniones”.

A tantos años de distancia el clérigo y su Bola de Cristal con su superficie reflectante, péndulos y adivinatorias, propia de nigromantes y adivinos, ha revelado lo que un portal allende los mares especializado en temas místicos asegura, de una renuncia forzada, por una conciencia deformada donde se anidan la doblez, la insinceridad y la hipocresía, convertida en fuente de tinieblas y de fracasos.

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