SIN PAÑOS TIBIOS
El presidente Barbecue
A veces la imaginación es más poderosa que la realidad, máxime si hablamos del comportamiento humano, donde todo es voluble y cambiante… o de la realpolitik, que se debe más a resultados que a aspiraciones.
A la vista están los hechos políticos acaecidos en Haití el pasado marzo, que comenzaron con la firma entre Kenia y Haití de un acuerdo de seguridad que diera cobertura jurídica al despliegue de 1,000 policías que el gobierno africano había puesto a disposición del vecino país para contribuir a su pacificación; a lo que siguió el trágico periplo de un primer ministro que no pudo aterrizar en su país por razones de seguridad; que generó su “renuncia”; y luego, la “escogencia” entre representantes de las principales fuerzas políticas haitianas de un Consejo de Transición seleccionado por Estados Unidos, Canadá y el CARICOM, con menos legitimidad para hacerlo que la que contaban quienes están llamados a ser sustituidos.
La tragedia de Haití ha sido la puesta en escena de toda la hipocresía de la comunidad internacional. Frente a un proceso de descomposición visible y previsible, la indiferencia de las potencias y organismos internacionales ha sido olímpica, cuando no cómplice. Lejos de hacer caso a los llamados de alerta que el presidente Abinader venía haciendo desde 2021, y a todas las señales de aceleración del proceso del descomposición iniciado a raíz del asesinato de Moïse, la comunidad internacional las ignoró; justo hasta marzo, cuando la mayoría de embajadas acreditadas en Puerto Príncipe han evacuado a sus nacionales; mientras las actividades criminales de las bandas han desatado un vendaval de violencia y muerte que va más allá de ser un instrumento de lucha de clases, y se encuadra en una campaña de destrucción de medios de producción y de todos los vestigios de institucionalidad de lo que queda del Estado haitiano.
En tanto constructo, los Estados representan el último estadio de auto organización de las relaciones de poder en una sociedad; sin olvidar que la fuente del poder sigue siendo la violencia –legítima o no–, y que su ejercicio es una atribución exclusiva del Estado y una expresión de su poder.
En lo que una instancia ilegítima (CARICOM) pierde tiempo para nombrar a un Consejo de Transición (ilegítimo también) seleccionado entre partidos que han sido incapaces de organizarse, unas bandas armadas –unidas– no sólo se han organizado, sino que han visualizado la toma del poder político como su objetivo final de lucha. Lo que empezó como delincuencia frente al Estado, ahora pretende sustituirlo… o quizás, ese siempre fue el plan.
Así las cosas, tras el segundo intento de toma del Palacio Nacional por las pandillas, no debería sorprendernos que en lo que se “juramenta” el Consejo, un día de estos finalmente lo logren, y veamos a Barbecue con la banda presidencial puesta, jurando sobre una Biblia; y ya que estamos apelando a la fantasía, no debería sorprendernos tampoco que sea reconocido, porque puesto a elegir, el capital requiere orden, sin importar cómo se logre.