Neuroteología, cerebro y religión

El humano cuenta con una diversidad de inteligencias. En efecto, el psicólogo Howard Gardner planteó la existencia de ocho inteligencias, capacidades o habilidades cognoscitivas. La octava la denominó inteligencia naturalista, que posteriormente nombró como inteligencia existencial. Prontamente, los psicólogos Danah Zohar y Ian Marshall la designan inteligencia espiritual. La cual permite al ser humano preguntarse por el sentido de la existencia. Por lo regular, una persona inteligente espiritualmente domina más y mejor el resto de las inteligencias planteadas por Gardner: lógico-matemática, lingüística, espacial, musical, kinestésico-corporal, intrapersonal e interpersonal.

La inteligencia espiritual encuentra una base sólida en la neurociencia para explicar cómo las prácticas meditativas favorecen la autorregulación de quienes las practican. De hecho, se ha demostrado que los neurotransmisores como la serotonina (sustancias químicas producidas por las células nerviosas del cerebro que envían mensajes de ida y vuelta a través del espacio entre las células) influyen en nuestro nivel de espiritualidad. La cantidad de receptores de serotonina en el cerebro se correlaciona con el grado de espiritualidad de la persona.

Por su parte, José Manuel Giménez-Amaya sostiene que la neuroteología ayuda a entender mejor la espiritualidad; asimismo, son innegables los efectos de la religión en el cerebro de las personas. Incluso, algunas creencias religiosas pueden medirse científicamente con precisión. Por ejemplo, los efectos de la oración y de la meditación contribuyen en la salud espiritual de la persona; la creencia religiosa puede aumentar la esperanza de vida y ayudar a enfrentar mejor las enfermedades.

Las pruebas mostraron que diversas regiones encefálicas se activaban durante este tipo de experiencias vitales. Y los lugares cerebrales en los que se detectó la activación están implicados en procesos perceptivos, cognitivos y emocionales. Además, esta experiencia religiosa es diversa a cualquier otra experiencia emocional no religiosa. Los científicos concluyen que una experiencia es religiosa si está cognitivamente estructurada. Además, la experiencia religiosa es capaz de poner en relación redes neuronales muy complejas que involucran de forma sintética regiones cerebrales sensibles, epistemológicas y afectivas.

Lo planteado sustenta que existe una relación estrecha entre las ciencias experimentales y la ciencia teológica. Entonces, ¿cómo la teología fue expulsada del ámbito de la ciencia e incluso de las universidades? Por supuesto, ha sido una ruptura unilateral por parte de la mentalidad cientificista.

Quien más se opuso a esta visión reductiva de la razón humana fue Joseph Ratzinger. Él se expresó en estos términos: “La razón práctica sobre la que se basa el conocimiento moral es también auténticamente racional y no simplemente la expresión de los sentimientos subjetivos no-cognoscitivos. Debemos aprender una vez más a comprender que el gran conocimiento moral de la humanidad es tan verdadero y tan racional como el conocimiento experimental en el campo de las ciencias naturales y la tecnología. En efecto, el conocimiento moral es incluso más verdadero porque toca más profundamente lo más esencial del ser y es un factor más decisivo en la existencia humana”.

Definitivamente, recuperar la teología como saber fundante, promoverá una nueva humanización de la técnica y de la conciencia.