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MIRANDO POR EL RETROVISOR

La necesidad de remedios heroicos

Cuando esté publicado este artículo ya estaremos en el último día de la Semana Santa 2024, tiempo elegido para recordar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, el Verbo que, como expone el evangelista Juan, se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14)

Precisamente, el Viernes Santo, navegando por la plataforma YouTube me salió un vídeo en que el periodista de Radio Central, Ambriórix Rosario, preguntaba al presidente Joaquín Balaguer sobre la descomposición social en el país. El comunicador le citó los casos de un hijo que mató a su madre, un filicidio, un niño al que le quemaron ambas manos y el de dos jóvenes estrangulados en un centro hotelero de la capital.

El mandatario, como suelen hacer los presidentes que hemos tenido a lo largo de la historia, aclaró con razón que se trata de una descomposición a escala planetaria, de la que no escapa la República Dominicana, y que enfrentarla es un compromiso de toda la sociedad, no exclusivo del gobierno.

Pero también citó como causas de esos hechos horripilantes, a los padres que no saben educar a sus hijos y a su incapacidad para contener el derrumbadero de sus hogares, además de que hizo un mea culpa y admitió la incapacidad de las autoridades para enfrentar ese flagelo social. Concluyó su exposición con la expresión de que se “se requieren remedios heroicos para ponerle fin a este naufragio universal de todos los valores humanos”.

Estamos hablando de un episodio que ocurrió en 1987, en el segundo ciclo de gobiernos de Balaguer después de sus doce años, pero que, 37 años después, retrata realidades que mantienen una escalofriante vigencia.

Para muestra, el horrendo crimen que ocurrió cuando apenas comenzaba la también llamada Semana Mayor, en medio de tantos clamores desde diferentes ámbitos para usarla como un tiempo de reflexión. Una joven de 21 años mató a cuchilladas a otra de 18 años, con tanta saña que me ahorraré los detalles por respeto a sus familiares y a los lectores que, como yo, son sensibles ante hechos tan estremecedores.

Mucho ha cambiado desde aquella inquietud que presentó el periodista radiofónico a Balaguer en esa rueda de prensa. Ahora tenemos el ingrediente de que esos hechos perturbadores se airean sin ningún pudor en redes sociales y otras plataformas de internet.

Don Rafael Herrera, director del Listín Diario hasta su muerte y uno de los íconos del periodismo dominicano, dijo en una ocasión que leía los clasificados de los diarios porque le permitían tener una idea del curso de la sociedad, principalmente por la cantidad de divorcios que salían publicados en esa sección.

Ahora ese termómetro son las redes sociales. Basta leer los comentarios de contenidos publicados por los medios de comunicación para darse cuenta a que nivel ha llegado la descomposición social, que se manifiesta en la falta de valores, de principios y en el irrespeto por la vida.

En los comentarios que leí de la primera noticia publicada en redes sociales sobre el asesinato de la joven a manos de su “amiga”, bastó que un usuario comentara que había visto el vídeo donde se muestra cómo quedó la adolescente muerta, para que gran parte de los internautas pidiera insistentemente que lo compartiera o que revelara dónde podían conseguirlo.

Otros usuarios se enfocaron en el morbo que genera un hecho de esa naturaleza, sin mostrar el más mínimo dolor por la muerte de un ser humano que apenas comenzaba a vivir.

Sé que cuando pase esta “Semana Santa”, el primer día seremos bombardeados por los medios con las típicas cifras de muertos y heridos por accidentes, intoxicados por la ingesta de alcohol y con otros detalles de los excesos cometidos en un tiempo que se usa muy poco para la tan cacareada reflexión.

Y como país volveremos a la rutina, después del largo asueto, ahora con el condimento de la política, porque estamos en medio de un año electoral. Hay que estar preparados para escuchar en el próximo mes y los primeros días de mayo, la misma retórica de excusas y promesas de cambio ante males tan recurrentes como la descomposición social. Pero también para oír las recriminaciones entre quienes tuvieron en el pasado la oportunidad de enfrentarlos con gallardía, pero no lo hicieron, y las autoridades actuales, igual de indiferentes frente a la actual degradación social.

Este Domingo de Resurrección, que se celebra para recordar que Jesucristo venció la muerte en la cruz del calvario, apena ver que la vida del prójimo sea tan poco valorada, contrario al ejemplo del hijo de Dios, quien nos dio la expresión de amor más trascendental en la historia de la humanidad.

En Jesucristo tenemos una vida centrada en el amor hacia los demás, el Verbo hecho carne que resumió en dos los diez mandamientos entregados por su Padre a Moisés en el desierto: Ama a Dios con todo tu corazón, el primero, y el segundo, ama a tu prójimo como ti mismo. El hijo de Dios que, ante el dicho de amar al prójimo, pero aborrecer al enemigo, nos dejó como encomienda: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. (Mateo 5:44)

Un presidente de la República Dominicana declaró en una ocasión que “el poder es para usarlo”. Claro, lo dijo en el sentido de que son válidos el transfuguismo, el clientelismo, compra conciencia, el uso de los recursos del Estado y otras trampas para conservarlo.

Y si el ciudadano común observa ese comportamiento sin valores ni principios de su dirigencia política, pues se entiende que ese cáncer haga metástasis en todo el cuerpo social.

Como de costumbre, me quedé en casa durante la actual Semana Santa. Me dedique a leer, avanzar en algunos escritos y ver películas. Y en uno de esos filmes escuché la siguiente frase en uno de los actores: “No podemos ser como éramos antes de que el mundo colapsara, si queremos avanzar”.

No sé si un Plan Giuliani o el Nayib Bukele que tanto anhelan los dominicanos, pero si aplicamos esa frase del actor a la descomposición social, fruto de la delincuencia y la violencia exacerbada que nos abruma, no podemos seguir como antes, se requieren, sin más demora, remedios heroicos, si queremos evitar el evidente y preocupante naufragio nacional de valores.