A lo largo de la vida, atesoramos las memorias, tanto las de nuestros antepasados como las nuestras. Ellas conforman nuestra historia y las recordamos siempre con gratitud, especialmente las de aquellos que han hecho el bien.

La memoria de Jesús permanece viva en medio de nosotros. Han transcurrido más de dos mil años, y aún sus enseñanzas y sus acciones siguen presentes. Él dijo: “Hagan esto en memoria mía”, refiriéndose a la Eucaristía.

La entrega total de aquella memorable noche sigue presente en los altares. La Carne y la Sangre del Hijo de Dios, quien nos amó hasta el extremo, nos congregan hoy en un silencio sobrecogedor de adoración. Es un momento sagrado que trasciende el tiempo y nos conecta con su amor eterno.

Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos. 

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