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Tribuna del Atlántico

De dardos y otras procesiones

La Semana Santa está marcada, en Los países donde predomina el catolicismo, por las tradiciones culinarias, las misas, procesiones y vigilias, que conmemoran la pasión y muerte de nuestro señor Jesucristo.

Hay procesiones emblemáticas en el mundo católico, que alcanzan sus mayores arraigos, en España, donde las mismas requieren semanas de preparación, cuando se movilizan en las calles, estructuras, cruces y altares, que requieren la fuerza de decenas de personas para hacer un recorrido particular cada vez.

Esta Semana Santa, nos llega al calor de un nuevo intento de lanzar al país, “el dardo de los partos”, al que se refirió el doctor Balaguer, esta vez vestida como un centro para la atención, referencia y recursos de migrantes de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en Punta Cana.

La apertura de dicho centro ha sido suspendida, las instancias del Gobierno entran en contradicción sobre si el mismo había sido comunicado o no, como si no supiéramos que ningún organismo internacional, va a instalar una instancia así, sin el aval de alguna instancia del país a donde se instala.

Finalmente, el presidente ha descartado, la instalación en el país, de cualquier campo de refugiados, lo que no debería impedir que sepamos, quien dio el Ok, para el centro de la OIM.

Una iniciativa que se inscribe en la larga procesión de intentos, de organismos de la ONU, de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, por hacer de la República Dominicana, el espacio para iniciativas a favor de la comunidad haitiana, afectada por un drama que no parece tener solución, dando pie, a que comencemos a creer, como posibles, teorías conspirativas que han sonado por muchas años sobre ese tema.

La de Haití, es una procesión interminable de intentos fallidos, por restablecer el orden, recuperar el funcionamiento de sus precarias instituciones y hacer resurgir ese país, lo que no parece viable con las iniciativas que, hasta ahora, se promueven en el Caricom.

No creo que sea necesario, como ha sugerido el economista Andy Dauhajre, un dictador al estilo de Paul Kagame, para relanzar Haití, sigo creyendo que lo que ese país necesita es un verdadero compromiso de la comunidad internacional, con recursos suficientes para promover una solución definitiva que debe surgir del propio pueblo haitiano, con el respaldo de los países que le deben eso a Haití.

La otra procesión que marca esta semana, es la larga cadena de hechos trágicos en torno a un sistema carcelario que de tiempo en tiempo nos sume en tragedias, como la de la semana pasada, donde en realidad nadie sabe cuantos muertos hubo.

El sistema carcelario dominicano es una procesión de fracasos de los gobiernos sucesivos del país, pero el actual tiene una gran responsabilidad en esa desgracia, porque resulta ilógico que a casi 4 años la cárcel de Las Parras, no se haya completado, con argumentos dignos de Borges, a los que no voy a calificar como el insigne escritor argentino, de infames, pero si de insólitos.

Ni su supuesta condición de cuerpo del delito, ni los recursos requeridos para su terminación, son un argumento válido y no voy a hablar aquí de los más de mil millones de diferencia, entre el cálculo del presidente y el de Roberto Santana, que algo debe saber de las cárceles del país.

La comisión que se anunció esta semana es una reacción tardía a una procesión que no debió provocar, ni los 11 muertos del recuento oficial, ni ninguno más.

Las cárceles siguen siendo antros de corrupción, poco hemos avanzado en esa procesión.

¿Será necesario algún viacrucis o exorcismo para que eso cambie?