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Y el corazón se enfrió…

"Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará”, cita el libro más vendido de todos los tiempos. Esta se ha convertido en una de las frases más usadas en la actualidad ante situaciones cotidianas.

Cómo de costumbre, a inicios de esta semana aborde el Metro de Santo Domingo, y un señor ya en edad, canoso vistiendo un T-shirt y pantalones largos, con una funda de plástico en sus manos y una cartera vacía, pedía por un medicamento para una nieta.

La indiferencia reinó entre los presentes ante el pedido del caballero, que si les soy sincera, me conmovió por el grado de educación y sentimentalismo que utilizó al realizar la petición, atiné a mi bolsillo para darle algo de dinero para su nieta enferma de 11 años, momento en que el se movió de lugar y comenzaron los comentarios.

Claro, eran negativos y haciendo alusión a que es una práctica diaria, para el mismo medicamento y la misma niña, entre estos el de una dependiente de una farmacia, quien levantó la cabeza para mirarme y decirme que quisiera ayudarlo, pero por su conocimiento en farmacéutica y como cajera, sabía que el medicamento que el señor decía le costaba 475 pesos, solamente costaba 125 pesos dominicanos. Y claramente, el versículo bíblico citado, fue referido en al menos dos ocasiones, mientras pedían perdón a Dios por su acción, pero se justificaban en que “no sabía si era cierto lo que el anciano pedía”.

“El dinero más azarado es el que una gente suda, para dárselo a él sabrá Dios para que vicio”, decía la farmacéutica. Ya eran las 8:00 de la noche. Y es que, está práctica, que dicho sea de paso está prohibida en este medio de transporte, nos ha convertido en mezquinos, Se deja a un lado la hospitalidad que nos caracteriza, ante la astucia de muchas personas que, como si fuera un trabajo, salen cada amanecer a pedir con mentiras a quienes con mucho esfuerzo, sí van a cumplir con una jornada laboral.

Dos años duré viendo a una señora pedir en el Metro para una hija de 18 años, que no avanzó de edad, ni mostró mejoría en su cuadro, de acuerdo a su versión. Entonces ¿Cómo creer? Con esto no digo que no sea cierto la situación del señor, tampoco la de la señora, quizás muchos realmente se ven en la necesidad de recurrir a la bondad de los demás para poder suplir lo más básico.

Pero sí, el corazón de muchos se ha enfriado y prefieren que “Dios los juzgue y los perdoné” a dar la dádiva que podría servir para poner un plato en la mesa. Al final, espero que Dios nos perdoné y que también los perdoné a ellos.

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