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OTEANDO

Ofrendaré mi vida

Nuestro mundo ha cambiado. Ya no hay nación ni imperio, por poderosos que parezcan, o que realmente lo sean, dispuestos a embarcar un solo soldado hacia territorios ajenos a “luchar por la paz y el respeto a la vida”, a “salvar” a otros del “enemigo” común de la humanidad. Escasean los ciudadanos de los países grandes que se coman el cuento de que es necesario ir allende los mares a luchar por la seguridad nacional. Todos, o casi todos, se indisponen contra el gobernante de turno en sus países al que se le ocurran semejantes justificaciones, y evalúan el papel de sus ejércitos fuera de su país como una amenaza contra la felicidad familiar, misma que quedará interrumpida para siempre cuando un hijo, hermano, esposo o padre regrese en una funda plástica en la barriga de un avión militar, y peor aún, cuando regrese mutilado o dañado para siempre en su salud mental.

Por eso, los políticos de esos países se ponen a recaudo de alborotar nidos de avispas, con independencia de lo frondoso y parido de hermosos “frutos” que esté el árbol donde se alojan tales insectos. Y no necesariamente porque teman a la ponzoña de avispas extranjeras, sino más bien porque temen como el diablo a la cruz al juicio electoral que los pueda desalojar de los espacios de poder. Así, el pretexto de la defensa de los intereses y la seguridad nacional utilizado tradicionalmente para las empresas invasoras ha pasado a un plano secundario, y cuidado si terciario. Ahora, la oferta política del populismo, de izquierda y de derecha, se limita a la promesa de acciones de freno a la inmigración, al narcotráfico o al terrorismo. A esto bastará con adicionar la promesa de “grandeza”, ya económica, ya militar, ya política para retener o alcanzar el poder. Por la misma razón, padecemos la indiferencia de la ya mal llamada “comunidad internacional” ante nuestro problema haitiano; porque nadie quiere aportar “los muertos de la libertad”, mismos que eran tales en épocas pretéritas, en las que teníamos otra visión del compromiso multilateral. Y, por la misma causa, emergen con más recurrencia los ejércitos mercenarios, estructuras paramilitares que sostienen y van a la caza de la cristalización de objetivos ajenos, siempre que “el interesado” solvente sus “expediciones” con una lucrativa suma de dinero. Surge así un elemento nuevo en la estructura bélica mundial. Mientras tanto, nuestras expectativas de solución del problema en cuestión se diluyen en el juego de “amagar y no dar”: Estados Unidos pretexta su inacción remitiéndonos a Kenia y, esta, inducida a ello o no, la pretexta ya con situaciones judiciales internas, ya exigiendo la estructuración de una plataforma legitimante del Estado haitiano.

Todos nos ponen a dormir el sueño de Mariana y, como resultado, estamos fastidiados. Más vale que nos preparemos para rascarnos con nuestras propias uñas, por nuestra cuenta y riesgo, sin esperar nada de nadie. Y ese prepararnos nos incluye a todos, nación y Gobierno. Por mi parte, ofrendaré mi vida complacido, a la hora en que mi país la reclame. ¿Y usted?

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