FIGURAS DE ESTE MUNDO

La entrada triunfal en Jerusalén

El Domingo de Ramos se conmemora la entrada triunfal de nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén. Aquel día el Ungido entró a la ciudad, manso y sentado sobre un pollino, mientras la multitud lo aclamaba como el hijo de David. Quienes le acompañaban en el descenso estaban arrebatados en aquel feliz arrobamiento de la hora. Nunca, como ese día, se habían sentido tan desbordantes de esperanza y de adoración. Le habían visto resucitar muertos y realizar tantos milagros que, por un instante, tuvieron la plena certeza de que Él era el Mesías esperado. “¡Hosanna al hijo de David!”, gritaban los jóvenes y las mujeres. “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor: paz en la tierra y gloria en las alturas!”. Mientras unos tendían sus mantos en el camino y otros, ramas de los árboles. Pero el triunfo fue pasajero. Los príncipes de la ciudad rechazaron a su Mesías. Y la multitud, inestable, entusiasta con el clamor del día, pronto pasó del “¡Hosanna!” al “¡Crucifícale!”. En verdad, los judíos habían pensado que el Mesías debía ser un caudillo político o rey victorioso de la dinastía de David, que vendría a liberar a Israel de sus opresores extranjeros. Jesús corrigió ese concepto político y nacionalista mediante sus obras y enseñanzas, y le dio a su reino un significado moral y espiritual que transforma completamente la vida de todo ser humano.