SIN PAÑOS TIBIOS

Contrarréplica a Jesús María Troncoso Ferrúa

Ejerciendo su derecho a réplica a un artículo de mi autoría, el señor Jesús María Troncoso Ferrúa señalaba ayer en este medio que: “bajo el amparo de lo que usted denomina “Bipolaridad Dominicana” arremete contra la memoria de mi abuelo Manuel de Jesús Troncoso, calificándolo de “conspicuo y zalamero trujillista”, cuestionando que la calle con su nombre en esta nuestra ciudad haga esquina con otras calles designadas también con el nombre de tres muy merecidos ciudadanos que tal como el señala “se jugaron la vida contra Trujillo”, circunstancia que usted agrega “más que una ironía constituye una burla”

In limine litis: las capacidades intelectuales, formación académica, aportes doctrinarios, jurídicos e históricos hechos por Manuel de Jesús Troncoso de la Concha están fuera de toda discusión, y sería un atrevimiento y desatino de mi parte cuestionarlas, pues su obra se basta así misma; más no así su trayectoria de hombre público, pues no es posible explicar los 31 años de la sanguinaria y abyecta tiranía de Trujillo, sin el concurso y colaboración entusiasta -¡y voluntaria!- de sus colaboradores.

Sobre los adjetivos, me remito al Diccionario de la Lengua Española en su actualización 2023 (https://dle.rae.es) el cual, al referirse a “conspicuo”, lo define como “Ilustre, visible, sobresaliente”, siendo sinónimos “insigne, célebre, reputado, renombrado, notable, famoso”. Refiriéndose a “zalamero”, indica: “que hace zalamerías”, siendo sinónimos “lisonjero, adulador, halagador”.

Delimitado el alcance conceptual de las palabras que generan desagrado, toca decir que, frente a la crisis generada por la matanza de haitianos (1937), Trujillo se vio obligado a “renunciar”, y, tras “ganar” las “elecciones”, Jacinto Peynado y Manuel de Jesús Troncoso asumieron presidencia y vicepresidencia respectivamente. Con las manos aún manchadas de sangre, la salida más segura que encontró Trujillo fue “entregarle” el poder a dos incondicionales; porque sólo los colaboradores más leales y comprometidos con su sanguinario régimen gozaban de su confianza.

Al Peynado morir el 7 de marzo de 1940, Troncoso asume. El editorial del Listín del 9 cita las palabras de Trujillo al respecto: “El Dr. Troncoso de la Concha, conspicuo y leal cooperador del Partido Dominicano…”. Al día siguiente, en la inauguración del manicomio de Nigua, Troncoso, al referirse a Trujillo, dice: “…tiene el corazón hecho en caridad, el alma inflamada por el amor y las manos abiertas, en perpetua actitud de dar y perdonar, ejerciendo sin tacha los más puros sentimientos cristianos, que lo han hecho merecedor de los más altos galardones que otorgan las ennoblecidas órdenes religiosas del universo”. En su discurso de rendición de cuentas del 27 de febrero de 1942, dijo que Trujillo era “el más celoso custodio de la dignidad grandeza y prosperidad de la patria”. Si eso no es zalamería, favor indicar qué lo es entonces. Insisto: que una calle con el nombre de un presidente títere de Trujillo haga esquina con Roberto Pastoriza, Gustavo Mejía Ricart y Rafael Augusto Sánchez, héroes que pagaron con su vida (o el exilio) por oponerse a la dictadura a la cual él sirvió concienzudamente, no sólo es una burla, es también una contradicción histórica… una más en una historia que muchos se niegan a aceptar.