Debate presidencial 2024 y su aporte a la cultura democrática
El pasado viernes 15 de marzo, en adición a recordar los famosos idus de marzo que trajeron el asesinato de Julio Cesar en Roma, observábamos los 100 años de las primeras elecciones dominicanas organizadas por la Junta Central Electoral. Un hito en sí mismo que pudo haber quedado en lo meramente anecdótico, pero la fecha trajo también un anuncio inédito en la aceptación del presidente Luis Abinader a la invitación como candidato al debate electoral organizado por la Asociación Nacionales de Jóvenes Empresarios (ANJE).
“Histórico”, “nunca antes”, “primera vez” e “inédito” son descripciones tan abusadas en la comunicación política que en algunos casos podríamos decir que hasta perdieron su fuerza. A veces, una sencilla investigación muestra que lo que se presenta como novedoso, había sucedido incluso recientemente. Pero en este caso, estamos hablando de algo que realmente los electores en República Dominicana jamás habían visto y que su mero anuncio marca un hito de cambio positivo en la cultura democrática.
Tras el asesinato del dictador Rafael L. Trujillo, se han celebrado 16 elecciones generales en nuestro país y 15 de ellas sin interrupción por Golpe de Estado ni conflicto armado. En ese trayecto, 8 veces un presidente dominicano habrá participado como aspirante a repetir, es decir, el 50% de las veces, pero solo ahora vemos que uno asume el reto de contrastar sus ideas en escenario de debate público y no porque en el pasado hubiese escasez de intentos.
ANJE comenzó a celebrar debates en el año 1998 y desde entonces ha realizado memorables encuentros entre aspirantes legislativos y municipales principalmente del Distrito Nacional, Santo Domingo y Santiago. Para el nivel presidencial, muchos esperaban que el año 2000 sería cuando iniciara la tradición, pero entonces el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) rechazó la propuesta, llevando al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) a decir que quien no debate, no merecía ser presidente.
Hasta entonces, había una línea coherente de partes de los dos candidatos morados de 1996 y 2000, Leonel Fernández y Danilo Medina, quienes siempre se mostraron dispuestos a debatir, siendo ignorados por sus rivales blancos, José Francisco Peña Gómez e Hipólito Mejía, quienes les llevaban al momento 10 y 23 puntos respectivamente. Es en 2008 que varía la línea cuando el candidato perredeista, Miguel Vargas, reta al entonces oficialista Leonel Fernández, quien le llevaba unos 10 puntos en las pesquisas. La respuesta de quien anteriormente había grabado contundente spot televisivo sobre la importancia del debate fue tan icónica que todavía hoy se cita:
“Para que haya un debate, mis contrincantes tendrían que saber conceptualizar y si usted observa hay déficit de conceptualización. Entonces frente a eso ir a un debate carecería de sentido, es una ridiculez. Hay una severa crisis de pensamiento, entonces no es ponerse a eso.”
Sin conceptualizar mucho lo que quiso académicamente decir el Doctor Fernández, políticamente el hecho fue que mientras tenía una campaña insurgente si quería debatir pero cuando estuvo arriba en las encuestas, optó por rechazarlo.
Lo mismo pasó en el año 2016 cuando el Licenciado Medina era presidente y pasó de considerar que quien no debatía era indigno de la presidencia a también rechazar invitación a debate. Ese año, Luis Abinader se presentaba por primera vez como candidato del recién creado Partido Revolucionario Moderno (PRM) y asistió al debate con otros seis postulantes que entre todos sumaron 3.27% del voto nacional.
Parecía lógico que ante un cambio tan grande de coyuntura, pasando de ser candidato de partido recién creado por una mala coyuntura en 2016 a tener hoy en 2024 la maquinaria que acaba de ganar el 85% de las alcaldías y teniendo ventaja de más de 40 puntos, siguiera la tradición. Sin embargo, decidió algo distinto cuyo significado trasciende su persona y estas elecciones.
El Doctor Fernández no se equivocaba cuando habló en 2008 del déficit existente a la hora de debatir ideas en nuestro país, pero eso no cambia sin dar el paso clave en el momento necesario, como ha hecho ahora el presidente Abinader. Probablemente no más de un puñado de votantes cambien de opinión al ver el encuentro y cuando se le pregunte a cada quien su opinión, esta será la misma que antes de. Pero la cultura democrática no se trata solamente de quien gana o pierde, sino cómo contribuimos para su consolidación.
Es común pensar que ya uno lo ha visto todo, pero en 2024, con alguito de retraso, los dominicanos estamos viendo algo completamente nuevo y que bueno, pues ya era hora.