En el reflejo de los ojos, en la profundidad de la mirada, se esconde un universo de significados. Las miradas, como silenciosos mensajeros, revelan más de lo que las palabras pueden expresar. Existe una antigua creencia de que algunas miradas tienen el poder de causar daño. No necesariamente físico, sino un daño que penetra el alma. Quizás no maten en el sentido literal, pero sí pueden herir profundamente.

Jesús, con su mirada amorosa, sanaba corazones rotos. Comprendía sin palabras, abrazando con los ojos. Y así, la mirada se convertía en bálsamo para el alma. Pero cuidado, porque también puede ser arma de destrucción. Las miradas son más que simples gestos. Así que, al mirar, pongamos atención. ¿Qué mensaje enviamos? ¿Cuánto amor, compasión o juicio lleva nuestra mirada? Recordemos que, aunque parezca mentira, nuestras miradas tienen el poder de transformar el mundo a nuestro alrededor. Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.

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