POLÍTICA Y CULTURA
Traveseando a ser dioses
Evidentemente se han producido cambios sensibles en la cultura política global predominante, a la luz de permutas sustanciales de estrategias del Poder, que implican remoción del concepto de la historia en espiral. Esto envuelve la necesidad de un debate profundo, que nos permita abordar la crisis social que vive la humanidad, entrelazada a fenómenos graves de medio ambiente, calentamiento global, contaminación de los mares, entre otros. Las injusticias sociales siguen a la orden del día en el orbe. El mundo que emergió sobre los restos fuliginosos de la Segunda Guerra Mundial, ya no es más, que reflejo de un tiempo datado por la polarización de bloques hegemónicos y a la vez, fluctuantes. Ese mundo quedó atrás. Era entonces la lucha entre “el mundo que nace y el mundo que muere”. El sorprendente arribo del fanatismo religioso, cuyas jornadas lóbregas en el Medioevo retuvieron el desarrollo humano, se consolida hoy a nivel de políticas de Estado en el Medio Oriente y en Asia, atizado por mandatos mágicos de fieles, profundamente entroncados en la siquis comprometida de la búsqueda existencial primaria, convirtiendo jornadas sangrientas en mandatos superiores de purificación y escogencia de eternidad.
Las hordas que exterminan poblaciones bajo una oblación perversa de purificación y de terrorismo, no tienen sesera ni espectros suficientes para insuflar el amor como sistema de convivencia. A este panorama de insuficiencia decorosa se unen la tecnología, los logros científicos y cibernéticos más espectaculares. La llamada “era digital” ha incorporado a millones de seres a un progreso real, cuantificable, pero ciego, sin subordinación ética. El resultado no es la libertad sino el libertinaje, la impudicia más severa, la sordidez desafiante, el concepto de la libertad como desenfreno y desacato a los convenios estatuidos como reglas, para garantizar la observancia y la distancia necesaria de la moral pública, la democracia como mojiganga. El animal primordial que somos, recupera su accionar perverso bajo la idea de que todo está permitido, el lenguaje ríspido se sustenta en la capitulación de toda exigencia de gramática y contenido. La morralla en su gradación axiomática más simple, vomita hiel vocinglera en todos los espacios donde penetra. La reflexión que requerimos, es rehacer el pensamiento humano desde una perspectiva diferente. Escribir de nuevo la historia. ¿Qué ha pasado? El ser humano convalidando las etapas del desarrollo económico no ha podido trasformar sus egoísmos y forjar una criatura superior, la buscaba en los cielos como resignación y penitencia. Al perder la utopía como renacimiento, perdió la fe en su propia capacidad de crear mundos superiores, y asumió la lenidad de saciar sus instintos, que lo ha convertido en máquina de producir, dándole al egocentrismo su trono de avaricia. Un adefesio le subvierte los sentidos, las dimensiones impactantes de la comunicación trasciende todo límite de decencia y garbo. La escoria verbal ha tomado los escenarios.
A esto se suma la amenaza virtual de dislocación de los géneros y la propuesta de alteraciones del genoma humano anarquizando la secuencia total del ADN, que posee un organismo en particular. Traveseando a ser dioses, agredimos mandatos evolutivos de la naturaleza, la luxación del cerebro humano de nuevo cuño, deviene en un escaparate porfiado de jenízaros y potenciales maleantes globales.