MIRANDO POR EL RETROVISOR

Entre la "Trujillo nostalgia" y el "Bukele anhelo"

¿Por qué a casi a 63 años del ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo existe esa nostalgia por la tiranía, mayoritariamente entre quienes ignoran que significó esa ominosa era para la República Dominicana? ¿Por qué también en gran parte de la población, especialmente jóvenes, predomina actualmente ese anhelo de que se instale en el país un régimen al estilo del presidente salvadoreño Nayib Bukele?

Son preguntas cuyas respuestas dejarían muy mal parada a la clase política dominicana, porque la añoranza por un pasado aparentemente superado y el deseo tan ferviente por un jefe de Estado allende los mares, dejan entrever las frustraciones acumuladas por tantos gobiernos fallidos en el país.

Ningún gobierno después de Trujillo ha sido capaz de borrar definitivamente las rémoras de la dictadura, todavía tan presentes en todos los estamentos del aparato estatal.

La directora del Museo Memorial de la Resistencia, Luisa de Peña Díaz, precisamente una entidad creada para rescatar la memoria histórica de las luchas antitrujillistas, me dijo en una ocasión que “el fantasma de la dictadura se cuela a través de esas añoranzas”.

Y eso ocurre cuando la población observa hechos degradantes en la sociedad, sin que ningún presidente de la República haya hecho el más mínimo esfuerzo por erradicar el “Trujillo ven a ver” de la mentalidad del dominicano.

Claro, especialmente entre los jóvenes, ha calado la falsa creencia de que en aquella era predominaba la ley y el orden, lo que entienden que también ha impuesto el presidente de El Salvador en su país y por eso los anhelos por la “Bukerización” de la sociedad dominicana.

El gran logro de Rafael Trujillo fue asociar los símbolos nacionales y los poderes del Estado con su nombre y apellido. La razón, para solo citar dos ejemplos, de que todavía en la Policía Nacional y el sistema judicial estén tan presentes las prácticas trujillistas.

Ley, orden, nacionalismo, defensa de la soberanía, respeto, seguridad ciudadana y bonanza económica, se convirtieron en símbolos que Rafael Trujillo logró vincular a su régimen despótico, mitos que los gobiernos que le sucedieron no han podido desmontar. La realidad es que todos esos “logros” de que se ufanaba el dictador fueron para su provecho personal.

Y por esas paradojas de la vida, amparados en la democracia que nos legaron quienes ajusticiaron al sátrapa el 30 de mayo de 1961, los presidentes post Trujillo han mancillado con su accionar los símbolos patrios, valores y principios que definieron la nacionalidad dominicana, el 27 de febrero de 1844, utilizando las bondades de ese sistema de gobierno para minarlo, en lugar de fortalecerlo.

Se banalizan los males sociales que realmente preocupan a la mayoría de la población, incluidos la criminalidad e inseguridad ciudadana, que ya entran en la categoría de cotidianos, provocando cada día un mayor grado de insatisfacción ciudadana.

Eso explica los anhelos en el país por un Bukele, quien sin dudas exhibe logros en el enfrentamiento de las pandillas en El Salvador, pero apelando a prácticas antidemocráticas que ya comienzan a ser cuestionadas.

La alta popularidad de Bukele, ratificada con su reelección por una abrumadora votación, se debe principalmente a que desde el gobierno ha hecho gran parte de lo que prometió en la oposición. Ojalá el mandatario salvadoreño concluya bien, aunque en Latinoamérica ya hay ejemplos de otros que comenzaron igual y terminaron llenando de frustraciones a sus ciudadanos.

Y viendo esa sed de un real cambio entre tantos dominicanos, pienso que los líderes políticos del país quizás no han percibido el desencanto hacia ellos que implican la “Trujillo nostalgia” y el “Bukele anhelo”. Los partidos políticos tradicionales están poniendo en juego su destino y no lo avizoran, porque quizás piensan que el surgimiento de un líder político de extrema izquierda, de extrema derecha o del ámbito militar, en el país es más que imposible.

La sed de poder los ha cegado. Y pasará un día con la democracia igual que con el cambio climático. Golpeamos sin misericordia a la naturaleza y solo notamos el daño que le hemos causado cuando esta responde con sus efectos devastadores.

En el afán de conquistar el poder o de preservarlo sin importar los medios para alcanzar ese fin, actúan como los seguidores del presidente Vásquez que acuñaron aquella frase: "Horacio o que entre el mar", quien creyéndose imprescindible prorrogó su mandato que concluía en el 1928 y dos años más tarde, diezmado y enfermo, buscó una inviable reelección.

Finalmente, no se quedó Horacio Vásquez ni entró el mar, vino la dictadura de Trujillo que gobernó por tres décadas el país a sangre y fuego.

El liderazgo político tiene en las elecciones de mayo otra oportunidad de fortalecer la democracia o de seguir socavándola, como ocurrió en los comicios municipales del pasado 18 de febrero.

Esos comicios mostraron otra vez la cara fea de la democracia. De que importa más el poder del dinero que el que debería otorgar el voto. Si en las municipales vimos de todo un poco, en las de mayo esperen ver a nuestros políticos ir más allá del todo.

Por eso debería preocuparles a los “líderes políticos” del país, tanto la “Trujillo nostalgia” como el “Bukele anhelo”. Y nadie descarte que, con un nuevo revés democrático en mayo, quizás un día surja un político con discurso mesiánico, tipo Javier Milei en Argentina, que logre asociar su nombre a las nostalgias y anhelos de los dominicanos por un mejor país. Y autoproclamarse como el elegido para garantizar un nuevo rumbo social, aunque sea a contrapelo de la democracia.

Y de ahí a otra dictadura el camino se acorta. El país corre el riesgo de que un “insignificante anhelo” termine convertido en una “nostalgia consumada”.

Y tal vez, viendo que el anterior sacrificio ha sido en vano, ya no aparezcan mártires para otro imperioso 30 de mayo.