SIN PAÑOS TIBIOS

Frente a Haití, estamos solos

¿Para qué recurrir a las palabras cuando los hechos se bastan a sí mismos?, ¿para qué hacer más discursos, cuando el presidente Abinader los ha dicho todos, en los escenarios más propicios para ello? Lo que una vez fue el Estado haitiano, ahora no es más que una caricatura grotesca; una tragedia cotidiana que se traduce en terror, miedo y desesperación para millones de personas. Haití colapsó como sociedad, y cada día, la cruda realidad de lo que allí acontece nos golpea en la cara.

A las potencias occidentales, lo que pueda suceder en Haití ya no les importa… sencillamente, lo “soltaron en banda”. Más allá del turismo de cooperación y de la presencia física de las legaciones diplomáticas que el sistema de reciprocidad internacional exige, los principales responsables externos de ese colapso (Francia, Estados Unidos, Canadá) se han desentendido olímpicamente del problema. Ante los reiterados llamados de ayuda hechos por el premier Henry y el presidente Abinader, el silencio, las evasivas y la indiferencia, han sido las respuestas.

Que Kenia y otros países hayan dado la cara es una buena noticia; que no haya sobre la mesa el dinero para financiar la misión es la otra cara de la moneda, acaso la más importante. Mientras que la semana pasada CARICOM se autoengañaba celebrando las declaraciones de Henrry -de que celebraría elecciones en agosto de 2025-, convenientemente olvida que fue este quien violó los “Acuerdos de Montana”; el mismo que ha hecho poco por buscarle una salida institucional a una situación de la cual él es beneficiario.

Mientras, cada suceso supera en espanto y tragedia al anterior. El último, la toma armada de la Penitenciaria Nacional por parte de las bandas lideradas por “Barbecue”, y la liberación de 3,696 detenidos allí. Con toque de queda anunciados por el “gobierno haitiano” (conceptos mutuamente excluyentes entre sí), la embajada norteamericana apremió a sus ciudadanos a salir cuanto antes del país.

Ese caos, sin solución a la vista, generará más violencia, y esto, que representa un drama humano para millones de haitianos que corren peligro, constituye una amenaza funesta para República Dominicana.

El gobierno ha sido firme, enérgico y categórico, pero, a pesar de ello, hoy toca redoblar esfuerzos. Es perfectamente legítimo que la oposición piense que un Abinader/candidato podría sacar provecho político en un contexto electoral, pero es una irresponsabilidad temeraria exigirle a un Abinader/presidente que no cumpla con su deber constitucional, justo en el momento de mayor riesgo.

Ha llegado la hora de la grandeza, del sentido de historia, de la razón de Estado. El gobierno no puede lidiar solo con esta amenaza, porque el éxito de cualquier iniciativa requiere la unidad total de la sociedad, y ello demanda del concurso de todas las fuerzas políticas (todas, sin excepciones); y, aunque las elecciones lo contaminan todo, estamos en el peor momento de la crisis, por lo que gobierno y oposición deben actuar de manera conjunta, a la altura del desafío que como Estado vivimos. En definitiva, se requiere de responsabilidad y madurez política, de parte y parte.