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AGENDA SOCIAL

¡A debatir!

Los grandes avances de la democracia dominicana son innegables. El compromiso asumido por la sociedad dominicana para que cada torneo electoral se realice en un ambiente de paz y con respeto a los resultados, ya es parte del ADN de cada dominicano y dominicana, que valora su estabilidad política tanto como la estabilidad económica y social. Esto es así, a pesar de los grandes retos que aún quedan por atender, especialmente en el fortalecimiento de los partidos políticos y en el combate a los delitos electorales.

Sin embargo, a pesar de los avances, la cultura del debate aún elude a los procesos electorales y en cada torneo se requiere de mucho esfuerzo por parte de los actores políticos y de las organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación, para asegurar espacios donde se puedan debatir ideas con altura y profesionalidad, en aras de que el elector tenga más información para decidir su voto.

No es que nos llamemos a engaño, pensando que un debate decide una elección. De hecho, en Estados Unidos, donde la cultura del debate está muy arraigada en el nivel presidencial, se ha determinado que los Debates Presidenciales tienen un mínimo efecto en el resultado electoral. En un análisis académico se determinó que “la mayor parte de las personas que sintonizan el debate en Estados Unidos ya tienen una decisión tomada en cuanto a su voto”.

A pesar de ello, el debate es esencial para la vida en democracia, y cuando se realiza en los más altos niveles de elección, constituye un símbolo importante para el respeto a la democracia, a la diversidad de opiniones y al ejercicio político apegado a la ética. Además, es la mejor oportunidad para conocer las posturas de los candidatos en temas específicos y contrastar con las de sus adversarios, como medio de contraste para la posteridad.

La cuestión está en que tanto el órgano electoral como los Partidos políticos hemos fallado en asumir la vanguardia del movimiento ciudadano que quiere que se realicen debates en todos los niveles de elección. Los que participamos de la política deberíamos ser los más interesados en la realización del debate, cuando la realidad ha sido todo lo contrario, rehuir al debate se ha convertido en la actitud normal en muchos torneos electorales.

Claro está, a los que asumen la organización de un debate electoral les corresponde brindar garantías de su neutralidad, de los criterios de selección de los participantes y de los moderadores, así como de la forma como se transmitirá a la población, para que los participantes sientan la confianza de participar. Saldado esto, no hay razón para no estar.

Impulsar la cultura del debate en nuestro país es un imperativo que construye una mejor democracia y sus efectos no se reducen solo a los torneos electorales, también impactaría positivamente a todas las instituciones públicas y privadas del país.