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Que otros decidan

Hay quienes prefieren que sean otras personas las que tomen decisiones por ellos. Dejan que decidan dónde van a ir de vacaciones, qué ordenar en un restaurante, los productos que compran en un supermercado, qué ropa se ponen, cuáles películas verán o la forma en que hacen su trabajo. Se ahorran de ese modo la tarea de buscar alternativas y escoger entre ellas, pero con frecuencia se quejan de lo que la vida les depara, encontrando razones a las que atribuir la culpa.

Alrededor de la mitad de los ciudadanos dominicanos dejó que la otra mitad de sus compatriotas seleccionara por ellos a las autoridades municipales de la demarcación en la que están registrados. El resultado, denotado por la elevada tasa de abstención en los comicios celebrados el mes pasado, desluce la brillantez de la jornada electoral y ha motivado diversas interpretaciones acerca de sus posibles causas.

Hay que descartar que razones de fuerza mayor impidieran acudir a las urnas. No hubo acontecimientos climáticos catastróficos ni, hasta donde sabemos, intimidación o arrestos generalizados de militantes.

Dada nuestra historia de maniobras turbias o ilícitas, pudo deberse a una masiva compra de cédulas de votantes susceptibles de votar por candidatos antagónicos. Todo indica que esa deplorable práctica se llevó a cabo, pero la magnitud de la abstención hace que parezca insuficiente para explicarla.

Pudiera ser también que la asignación de mesas electorales esté tan desactualizada que los votantes no puedan votar por los candidatos que realmente corresponden a los lugares en que residen, sino por otros en sitios cuyos resultados ya no les interesan. Aunque desconocemos cuán extendida sea esa situación, no nos luce tampoco como una explicación satisfactoria.

Evidentemente, la abstención puede ser consecuencia de que los votantes estuvieran de antemano convencidos de quiénes serían los que iban a ganar, y optaran por no molestarse en acudir a los centros respectivos, ya que su participación no haría ninguna diferencia. No obstante, dada la dura competencia que se suponía existía entre los candidatos en muchos municipios, no parece probable que ése fuese el motivo por el que no votaron.

Queda la explicación de que se abstuvieron porque dieron poca importancia al resultado del torneo electoral. En municipios con perenne escasez de fondos para hacer obras y resolver problemas, donde el dinero se usa para pagar nóminas y se depende del gobierno central para las iniciativas significativas, los comicios pueden ser vislumbrados como una oportunidad para descansar o festejar, más que para perder tiempo haciendo incómodas filas sin una remuneración adecuada. Eso significa que lo ocurrido no implica que lo mismo sucederá necesariamente en las elecciones de mayo.

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