La elaboración mental, “pienso, luego escribo”
No tiene nada que ver con la frase de Descartes (que además es una traducción errada del principio filosófico del genio francés), pero sirve como analogía de la tan nombrada cita adaptada al periodismo: “pienso, luego escribo”.
Porque aunque parezca una verdad de Perogrullo, la elaboración mental debe preceder a la escritura de un texto, sin importar el género al que pertenezca, y lo digo por experiencia. Hace poco más de treinta años, las ideas se volcaban sobre mi cabeza allí, sentado frente a la pantalla en blanco, con el tiempo en contra y con la preocupación de que el producto final esté bien escrito. ¿Una novatada? Muchos años después me pasó de nuevo infinidad de veces y vi a viejos y muy experimentados periodistas y en varias salas de redacción, atascados en el mismo plano, sin saber cómo convertir en palabras las ideas que tenían en la cabeza. “El gran mandamiento del periodista es ‘conoce tu historia’, que puede extenderse a ‘conoce tu noticia’… Si el periodista no conoce a fondo su noticia, mal podrá sacar todo el provecho de ella, llegar a lo más sustancioso, tomar lo que más le interesa a su lector”, dice Hernán Rodríguez Castelo en su libro Redacción Periodística. El académico ecuatoriano recurre a la retórica para explicar los pasos que hay que dar para preparar (parafraseándolo) el texto ideal: “inventio” (o búsqueda de los mejores materiales), “dispositio” (o construcción eficaz de los materiales seleccionados) y “eloqutio” (la redacción que cumpla las exigencias básicas). Dicho de otra manera, si el reportero logró reunir la información más precisa y amplia posibles, si además pudo organizar los datos apropiadamente, destacando lo más importante y relegando y —hasta en la mayoría de los casos— desechando lo marginal, y por último tiene a mano los conocimientos necesarios para escribir de manera correcta un texto periodístico, sólo queda verter sobre esa página en blanco las líneas que darán forma a su texto periodístico.
O como dice la también ecuatoriana Lucía Lemos, “para componer un texto comunicativo el autor debe dominar un variado conjunto de estrategias que le permitan aplicar los conocimientos del código en cada situación concreta”.
Porque solo una buena idea viene precedida de todo lo anterior: “organización y método”, como solía bromear con un compañero y amigo de muchos años, Juan Salazar, en las salas de redacción de El Caribe y Listín Diario, en Santo Domingo. Y como no, un poco de “brainstorming” también, esquemas, mapas, diagramas, líneas de tiempo y todo lo que ayude en el proceso extraordinario (y para nosotros los periodistas vital) de convertir en palabras aquello que se supone abstracto.