Desde mi pluma
Romper el ciclo
La muerte de Paula Santana ha sido devastadora, no solo para sus familiares, sino también para toda una sociedad que, tras darse a conocer el horrendo crimen en que fue víctima y las condiciones en las que fue encontrado su cuerpo, no sienten más que indignación y profunda tristeza por la pérdida de una joven con un futuro prometedor y toda una vida llena de sueños y metas por cumplir.
Cada vez que afrontamos una tragedia como la de esta trabajadora y estudiante de 23 años, es imposible no suponer o imaginar los abusos y el acoso que pudo sufrir ante la negligencia o mirada indiferente de sus superiores en su lugar de trabajo, un espacio que debería garantizar un ambiente de seguridad y respaldo para todos sus empleados.
Escribir esta columna ha sido extremadamente difícil, pues, se trata de un caso en el que sobran y faltan las palabras al mismo tiempo. Es doloroso reconocer que la historia de Paula no es nueva, que tenemos decenas de ejemplos similares que, luego de acaparar la atención por un tiempo son olvidadas, y peor aún, muchas otras ni siquiera llegan al ojo público.
Lo que no podemos permitir, bajo ninguna circunstancia, es que este ciclo de crímenes se repita, que lo sucedido no sea juzgado y condenado como dictan nuestras leyes. No existe mejor manera de hacer justicia por Paula y por cada persona asesinada o abusada en nuestro país que evitando que esto le pueda pasar a alguien más.
Aunque es uno de los puntos más importantes, detener al agresor o la agresora no es la única línea de acción para hacerle frente a estos crímenes, sino también robusteciendo nuestro Código Penal, ampliando la tipificación del acoso, elevando las condenas, imponiendo sanciones a los empleadores que no depuren bien a sus empleados ni garantizan el bienestar de sus colaboradores.
Como sociedad, por favor no olvidemos a Paula, no olvidemos cómo murió. Veamos en ella a una hermana, a una amiga, a una vecina o compañera. Aunque parezca una noticia más, aunque de manera errónea podamos pensar que es un hecho que afecte solo a su familia, no normalicemos el crimen. No normalicemos el acoso tanto a mujeres como a hombres. No normalicemos vivir con miedo.