Haití, una verdadera amenaza para los dominicanos

En la edición del sábado 10 de febrero de este matutino, leí un comentario que se hizo a una entrega editorial del periodista y editor del principal periódico haitiano Le Nouvelliste, respecto a la inestabilidad política y a las diferentes crisis que tienen lugar en esa nación en este momento.

Esto trajo a mi mente otro editorial escrito hace ya algunos años en el mismo diario en dónde se inquiría: “¿En qué Haití puede constituirse en una amenaza para República Dominicana? Una pregunta a la cual cada haitiano debe buscar elementos para responder”. “La degradación acelerada de nuestro medio ambiente, de nuestro sistema ecológico, ¿No es una amenaza efectiva para esa República que comparte con nosotros un pedazo de tierra en pleno Mar Caribe?”. Expertos en medio ambiente certifican que Haití es un caso grave de deforestación en todo el hemisferio occidental, debido a que el carbón vegetal es la principal fuente de combustible de esa empobrecida nación caribeña.

Continúa examinando el prestigioso periódico haitiano, “¿El éxodo agresivo de los habitantes de ciertas ciudades de la frontera, no constituye una amenaza?”. Estos individuos, con escaso respeto por las leyes, con muy poca valoración de los principios de la salubridad y la higiene, contribuyen a crear problemas de salud pública y representan un desafío para la estabilidad de la región. Esta situación se empeora por una serie de factores que incluyen la pobreza, las condiciones ambientales, la infraestructura deficiente que le afectan gravemente. La falta de acceso a servicios de salud los ha llevado a constituirse en un país con alto índice de SIDA, una gran proliferación de enfermedades como la tuberculosis, malaria y otros padecimientos que los llevan a la desesperación. Un país con una educación basada en principios religiosos fundamentados en el vudú, entiendo yo, como un simple ciudadano dominicano, que sí realmente constituyen una amenaza, como ellos mismos afirman. Pero continúa argumentando el periodista en el editorial de Le Nouvelliste, “La inestabilidad política haitiana con sus corolarios obligados, la miseria, el desempleo, el bandidaje y la inseguridad, ¿No representa eso una amenaza? Y termina diciendo, ¿En virtud de qué podemos nosotros esperar la ayuda de los dominicanos?”. Como vemos, son los propios haitianos los reconocen y manifiestan que existe esa amenaza que se hace cada vez más latente en todos los dominicanos. ¿Y no es cierto que el pueblo haitiano se encuentra en “un callejón sin salida, sin soluciones a la vista y tal vez ya sin el apelativo supremo de la esperanza?”

La falta de un gobierno efectivo ha dejado un vacío de poder, que ha sido aprovechado por bandas criminales armadas, generando un clima de inseguridad y violencia insoportable, ¿y no sería esto un detonante para una poblada de haitianos que huyendo de esa catástrofe se desplacen hacia nuestra frontera intentando ingresar en grandes multitudes a nuestro país? El desinterés de la comunidad internacional en abordar la crisis haitiana también representa una amenaza para la soberanía dominicana. La falta de apoyo para encontrar soluciones a los problemas fundamentales de Haití solo agrava la situación y podría llevar a una mayor inestabilidad en la región. Pensar de otra forma, sería no entender la realidad de esa nación y por lo tanto, alejar cada vez más, la posibilidad de encontrar una ventana que les muestre un horizonte promisorio.

En la República Dominicana, tratamos a los inmigrantes haitianos con respeto y consideración, pero la presencia continua de una gran población de inmigrantes ilegales plantea desafíos sociales, económicos y políticos. La narrativa de que los dominicanos han despojado a Haití de parte de su territorio solo contribuye a la tensión entre las dos naciones y alimenta las percepciones de amenaza.

Al pensar en estas cosas, como ciudadano dominicano puedo ver que es una situación que nos perturba a todos, ya que nuestra generación siente a una ese palpitar acelerado que transforma el ser humano cuando se siente amenazado. Damos gracias a Dios que tenemos unas Fuerzas Armadas muy bien preparadas para proteger ese primer punto de contacto, ante esta amenaza real, y lo es la frontera; un lugar habitado por desheredados de la fortuna, pero con gran significado para todos esos hombres y mujeres que llevamos con orgullo en la frente, el sello de la dominicanidad. Es allí donde laboran un grupo de nuestros soldados, con sus defectos y virtudes, por años sirviendo como escudo, no como espantapájaros, para evitar, con solo su presencia y con el fusil empuñado en sus manos, que exista una inmigración masiva y descontrolada de graves consecuencias para nuestra nación. Hay que ir a esos recónditos lugares y convivir con esos individuos, que, a pesar de sus fallas, están donde a nadie le gustaría estar. El esfuerzo que hacen nuestras autoridades y nuestros militares es el correcto ante la amenaza que nos embarga. Apoyemos ese grupo de soldados que defienden con su vida esa la porción de tierra, no abandonada, sino aquella donde nace nuestra Patria.

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