¿Resurgen las ciudades Estado?
Con esta reflexión me propongo que veamos cómo algunos factores podrían definir hasta cierto punto el futuro cercano de las ciudades alrededor del mundo, algo de lo que ya tuve oportunidad de exponer más ampliamente en noviembre pasado en un espacio llamado Peccioli Forum.
En un sentido general, creo que nuestra generación de planificadores urbanos se parece a alguien que olvidó ver el pronóstico del tiempo antes de elegir la ropa. Hemos aprendido tanto en las últimas décadas sobre cómo hacer nuestras ciudades más eficientes y útiles para las personas, pero toda esa información por sí sola no puede garantizar su supervivencia, o sostenibilidad. Necesitamos aceptar que la forma de pensar de los grupos condiciona la transformación de las ciudades.
Algo que hasta hace poco era impensable sucede hoy en territorios como Nueva York, Texas y Washington DC a niveles estatales y urbanos. Lejos de capitalizar el potencial de pertenecer a una federación de estados –complicado históricamente como ha sido-, últimamente estos territorios están ejerciendo altos niveles de autonomía para rivalizar y desafiar a otras instancias políticamente en materia de derechos humanos, inmigración, gobernanza, energía y medio ambiente. Lo que es curioso es que todo esto no es un evento aislado en un país. Esta moda de rivalidad social y territorial se ha convertido en un espíritu del tiempo.
La polarización causada por visiones internas contrarias e irreconciliables de la identidad nacional son un fenómeno internacional, y más frecuentemente observado en países desarrollados. Hace casi un año, el Pew Research Center publicó un estudio realizado en 19 países en el que el 65% de los adultos consideró “que existen desacuerdos fuertes o muy fuertes en sus países entre personas que apoyan partidos políticos.” El porcentaje más alto de adultos con esta opinión se registró en Corea del Sur, Estados Unidos, Israel, Francia y Hungría. Adicionalmente, la percepción de división política aumentó desde el último estudio realizado el año anterior en casi la mitad de los territorios estudiados, esto es: Países Bajos, Canadá, Reino Unido, Alemania, España, Singapur, Francia, Suecia y Bélgica.
Así que al tiempo que trabajamos en cómo mejorar la calidad de vida de las personas en las ciudades, también somos testigos de cómo sociedades que lideran el mundo se encuentran polarizadas internamente, desafiando su propia estabilidad y quizás también su integridad territorial en el largo plazo. Y todo esto, por razones que no podrían estar más alejadas de aceras accesibles, densidad poblacional, proximidad, o huella verde.
Considerando que este es el “siglo de las ciudades” por el poder demográfico, administrativo y económico que tienen, toca aprender cómo estos cismas políticos se hacen territoriales, y, por ende, urbanos. Esto me trae algunas preguntas: ¿La autonomía territorial sub-nacional está realmente incrementándose como resultado de la polarización interna de los países? Si esto es así, ¿podría esto ser una tendencia permanente y expandirse a otras latitudes?, más aún… ¿a dónde podría llevarnos una marea como esta en las próximas décadas?
Para complicar las cosas, combinemos estas tensiones sub-nacionales con el emergente clima de conflictos bélicos, preocupaciones sobre la estabilidad de la salud pública global, desarrollo de la IA, una nueva robótica tanto o más ágil que nosotros, desarrollo de nuevas interfaces entre el cerebro humano y los procesadores, y redes sociales cada vez más inmersivas.
Justo como el gato de Schrödinger, creo que nuestro tiempo está en dos estados. Da la impresión de que vivimos en los últimos humos del orden geopolítico post Segunda Guerra Mundial y post Unión Soviética. Y este declive también significa el inicio gradual de una nueva etapa. ¿Estamos quizás entrando en la era en que las ciudades reclamarán estatus de nación? En otras palabras, ¿es posible que el futuro cercano sea uno de ciudades-estado? ¿adoptar este modelo medieval sería un paso hacia delante o hacia atrás? Es difícil entenderlo aún, pero todo lo que sabemos sobre mejores prácticas en mejoramiento de las ciudades está supeditado a la dirección hacia la que se encaminan los contratos sociales nacionales y urbanos. Y tal como lo hemos visto en el pasado, con suficiente tiempo las tensiones sociales extremas cambian la geografía.