SIN PAÑOS TIBIOS
Esa indiferente apatía…
Contrario a lo que parece, el domingo 18 habrá elecciones nacionales. Y uno al decir eso no sabe si alegrarse o preocuparse, ya que no se siente que estamos en campaña; no si nos ceñimos a tiempos anteriores, en los cuales la irracionalidad se apoderaba de las calles y el país entero se detenía mientras los políticos salían a “buscar votos”.
Esta ha sido una campaña muerta, deslucida y reducida; un discreto ir y venir de actividades proselitistas; alguna que otra marcha y dos o tres tapones coyunturales por el pasar de una caravana. ¿Cómo tomar esta realidad?, ¿bajo qué premisa podemos decodificarla?
Esa civilidad bajo la cual se desenvuelve el actual proceso, ¿es consecuencia de la madurez institucional de los partidos y sus líderes?, ¿se debe a una mayor responsabilidad de su militancia?, o ¿es un síntoma de agotamiento de nuestra democracia? En función de la respuesta, deberíamos preocuparnos o alegrarnos. En efecto, si las calles no se obstruyen; si todo el fragor de la campaña queda reducido a algunas vallas diseminadas en las ciudades y carreteras; a un fuego cruzado entre influencers en redes sociales; o a un “pinponeo” argumental en programas de radio y televisión, puede que como sociedad estemos avanzando… No obstante, la vaciedad argumental de la campaña –en sentido general– nos hace pensar que a nadie le importa más de lo necesario que hayan elecciones en tres días, restringiéndose las municipales a un asunto entre políticos; un pleito que echará su militancia.
El alto nivel de abstención de las municipales de marzo 2020 (50.86%) es una línea sesgada, porque la pandemia estaba en su momento álgido; eso, descontando el efecto movilizador –in extremis– generado por la suspensión de las de febrero. Así las cosas, ¿sería lógico proyectar para el domingo los mismos niveles de abstención de 2020?
Otro escenario posible es que la actual indiferencia ciudadana ante el proceso electoral municipal, se deba a una pérdida de fe en el sistema –irónicamente–, justo cuando este brinda mayores oportunidades de representación directa ante el gobierno municipal.
Aquí el camino se bifurca. Por un lado, una ciudadanía que se siente al margen de las discusiones, porque los partidos no han comunicado eficientemente las líneas maestras de sus programas de gobierno (¡y porque raras veces les dan cumplimiento!); por otro, una discusión que se reduce a asuntos cosméticos, y no a ponderaciones reales sobre ventajas y desventajas de cada propuesta electoral. Los programas de gobierno municipales están colgados en la web de la JCE; si, pero eso no es más que el cumplimiento de un requisito legal, no el inicio de una discusión seria.
Los ciudadanos tenemos propuestas, pero no las conocemos. Votaremos más por relaciones primarias, partidarias, emociones y visiones, que por propuestas y argumentos. Y si este dilema se plantea en las localidades más desarrolladas y politizadas (el “Distrito”, Santiago…), ¿qué será en las otras? En definitiva, ¿son los partidos conscientes de que la gente es cada vez más indiferente y apática ante los procesos democráticos?