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¿Es posible adquirir obras de arte 100% originales a precio de vacas muertas?

Con relativa frecuencia, quienes participan alrededor de las artes plásticas o visuales —como se prefiera llamarlas—reciben información que los alienta o desconcierta, relativas a la autenticidad de las obras de arte de los maestros y artistas más destacados o cotizados en sus mercados, en determinado momento.

Generalmente se trata de informaciones sobre las variaciones que, respecto al estado de autenticidad de obras de arte en particular, emiten centros de validación acreditadísimos como resultado de profundas investigaciones y minuciosos análisis que van desde lo químico, de espectro (“espectográfico”), lo estructural, material, biológico-físico y “estilístico”, entre otros.

Generalmente ocurre cuando determinados autores y sus obras están en un proceso de “mise en valeur”. En el caso de las piezas, luego de intervenciones restaurativas, cuyo objeto principal es ratificarlas como bienes culturales patrimoniales o cotizarlas en el mercado con miras a ventas inmediatas, mediatas o futuras.

Cuando las obras son restauradas por la institución que las posee con para preservar su estado y, desde este, su calidad patrimonial, las posibilidades de intenciones fraudulentas son mínimas. Contrario puede ocurrir cuando alrededor de una pieza o colección se levanta un jolgorio de prensa e informaciones —olla de grillos, diría don Pedro Mir— con el único interés de llamar la atención sobre ellas para incrementar la demanda, esperando que incida y modele el aumento de su cotización.

El mercado de arte y objetos coleccionables de mediano y alto calaje es el espacio en el cual más falsificaciones y fraudes de autenticidad se comenten a diario, por el alto valor que sus bienes pueden alcanzar —y alcanzan— en determinado momento. Un entramado de delito en el cual participa una amplia red de “serios” estafadores.

Hoy, cuando a la investigación y diagnóstico sobre la autenticidad del arte se han sumado los servicios y colaboraciones del análisis genético que permite encontrar fragmentos biológicos con cadenas completas del ADN del autor en las obras, las posibilidades de fraude se vienen reduciendo constantemente. Los artistas de hoy tienen, para protegerse de los fraudes, la posibilidad de dejar rastros de sí en las piezas que producen. Varios artistas amigos no sólo graban sus huellas dactilares al dorso de ellas; otros, después de imprimar las telas, bajo la capa pictórica; otros al dorso del lienzo, junto al título, o en las bases cuando se trata de objetos tridimensionales. Algunos dejan pelos suyos debajo del barniz o del pigmento.

Lo importante aquí es resaltar que la verificación de autenticidad de artistas muertos recientemente, cuenta con esta posibilidad de análisis de ADN y que este debe ser secuenciado por los herederos y miembros de las sucesiones, para suplirla a los centros de validación oficiales. Gracias a los avances tecnológicos, al parecer los falsificadores tienen los días contados. Al menos, para inocular obras falsas con pretensión de autenticidad en el torrente sano de la cultura entendida como acopio de bienes originales.

¿Cuándo es imposible aceptar como original una obra autenticada?

La primera respuesta es cuando quien la realiza no se apoya de los recursos tecnológicos y diagnósticos previamente mencionados.

La simple afirmación de alguien sobre que la obra que ofrece en venta es original, no es suficiente ni aceptable. Si se trata de objetos de valor económico y calidad patrimonial en un sistema e historia culturales, los tenedores de e interesados en las piezas han de saber que la mera confianza no basta, excepto cuando se adquieren directamente del taller del artista o de sus representantes autorizados, cuando son —como en la mayoría de los casos— confiables y éticos.

Como puede colegirse, significa que se debe contratar personas con conocimientos profesionales en este ejercicio. Especialmente en entornos en los cuales los propios descendientes de los artistas pueden dedicarse a falsificar las obras de sus progenitores, sin otorgarse el derecho que les asiste de firmarlas con sus propios nombres, aunque sus estilos y soluciones resulten parecidos y comunes.

La falsificación de las obras de padres y abuelos fallecidos es el mayor irrespeto que los propios “artistas” descendientes pueden producir a las memorias de sus antepasados. Lo hacen sólo cuando pueden aspirar al alto precio y demanda que las obras pueden haber alcanzado en determinados mercados. Si fuesen honestos, firmarían las obras con sus propios nombres, dejando constancia de que el artista legó una “escuela artística” integrada por familiares: una honra para cualquier cultor. En la República Dominicana hay honorables hijos de artistas que, en vez de firmar sus obras como auténticas de sus antepasados, las firman con sus propias rúbricas. En sus piezas, la influencia de los antecesores es más o menos evidente o detectable; igual su talento y destreza. Otros, sin embargo, ingresan sin tapujos al mundo de la falsificación y recorren el mercado nacional ofertando obras “de sus antecesores” sin la menor de las vergüenzas, en complicidad con “marchand art” soberbios y poco éticos, compradores de oportunidades y apoyadores “políticos”.

No se crea el más inteligente, el más sabio puede ser estafado

Este tipo de “vendedores” de obras falsas son y actúan como verdaderos timadores. Su premisa y estrategia inicial reproduce el esquema Ponzi: tienen un punto de partida común en la avaricia de un comprador avaro, tacaño y oportunista.

Generalmente, bajo todo comprador de estos tipos late la personalidad de un depredador económico: ´personas que participan de los negocios con el único fin de tomarlo todo, algo completamente irracional y ajeno a la ética empresarial donde todos deben ganar para que los negocios puedan continuar. Una actitud onerosa hacia los demás.

Entre este tipo de personalidades los falsificadores encuentran sus víctimas y las falsificaciones, el mejor de los mercados.

En una nación con pocos especialistas en el campo y muchos “teóricos” de arte dispuestos a “certificar” autenticidad de obras a base de la poesía y una paga que, para los especialistas reales, es de miseria, esos compradores de oportunidades y supuestos “coleccionistas” creen encontrarse a sus anchas, ignorando que el tiempo les pasará factura y los pondrá en ridículo. De aquí que, por ejemplo, artículos como este les resulten intolerantes y quienes los puedan escribir, personas insoportables.

Falsifican a cualquiera, ¿por qué no al artista que a usted le interesa?

Usted no es bobo y como sabio que se piensa, desea que le den un Picasso por dos centavos. De lograrlo, saldría a ostentarlo entre amigos y relacionados, presentándose como el mejor y más dichoso negociante de la tierra.

Sepa, sin embargo que, a diferencia de otros engaños y estafas, los que ocurren en las artes tienden a durar cada vez menos. El mejor ejemplo de esta dificultad creciente y tendencia a lo imposible de ratificar y validar obras falsas surgen del desarrollo tecnológico y de las técnicas de investigación y análisis de materias. También lo ofrece lo ocurrido en el año 2022 en el Museo de Arte de Orlando respecto a veinticuatro obras de Jean-Michel Basquiat (New York, n. 1960 – †1988), tema muy socorrido pero poco analizado.

De Basquiat, actualmente no hay ofertas en Crhistie´s; Sotheby´s ofrece sólo una pieza: “Sin título”, dibujo valorado entre US$600 y US$800 mil.

Las obras de Basquiat que han alcanzado mayor precio en esas casas subastadoras ascendieron a, la primera: US$93.101 millones en Christie´s, para “En este caso | In this Case”, un óleo sobre tela de 1983 y dimensiones de 77.875” x 73.75” realizado en la subasta en vivo 20000 (“Venta nocturna del siglo XXI”) celebrada el 11 de mayo del año 2021, en plena pandemia, acaparando el 44.5% del monto total vendido esa noche, ascendente a US$210.47 millones. La segunda: “Self-Portarit as a Hell (Part Two) | Autorretrato como tacón (segunda parte)”, un óleo sobre tela del año 1982 y dimensiones de 96” x 61.5” que alcanzó $42 millones en la subasta nocturna contemporánea realizada por Sotheby´s New York el 15 de noviembre del pasado año 2023, equivalentes al 13.73% del total vendido entonces (US$306 millones).

La falsificación de arte como delito internacional

Respecto a las veinticuatro obras falsas expuestas, ocurrió que el 01 de agosto de ese año trascendió que el departamento de Delitos Artísticos del Buró Federal of Investigaciones de Estados Unidos (FBI, por sus siglas inglesas) validaba su jurisdicción en este campo interviniendo, por primera vez en su historia, en un asunto relacionado con la falsificación de obras, en este caso presumiblemente de Basquiat, que el referido museo exhibía en “Héroes y Monstruos: Jean-Michel Basquiat”, inaugurada el 22 de febrero del 2022y clausurada el 15 de agosto. La intervención del FBI estuvo precedida por análisis de expertos que dudaron de la autenticidad de las obras, según publicaron en el New York Times.

El FBI ha añadido esta función a su labor de perseguir los delitos que, como los robos, ocurren en torno a las artes afectando —por sustracción o estafa— a personas e instituciones, entre las que cuentan coleccionistas, museos, galerías y centros de estudios.

El FBI puso su mira en el director del museo, el señor Aaron De Groft, responsable de escoger las piezas y las incautó, lo que provocó que su destitución, como trascendió el 1ro de julio del 2022; y que el 19 de agosto una demanda en su contra fuera interpuesta por el propio museo.

Finalmente, el 15 de abril del pasado año, ante las pruebas y rastreos compilados por el FBI, el falsificador Michael Barzman —nada más y nada menos que un marchand art y ex empleado de Hollywood de 45 años y en quiebra— confesó haber participado en la creación de las pinturas, venderlas primero por eBay, inventarse un relato creíble por los coleccionistas y haber tardado 30 minutos en producir cada una de las piezas más grandes y 5 minutos en las más pequeñas. El director del Museo, por su parte, perseguía obtener ingresos millonarios, se dice.

Como vemos, a Barzman le bastó conocer algunos detalles de la biografía de Basquiat para seducir, por “la gran oferta”, a sus compradores. Y, respecto al director del museo, recordar que no se amarran perros con salchichas.

Lo más importante y aleccionador para las personas que desean participar del mercado de arte con bases realistas y garantías libres de toda duda, sin embargo, es cómo el propio personal del museo resultó ser estafado, razón por la cual —quizás— el Museo de Arte de Orlando retiró su demanda legal de fraude y conspiración contra los cinco ex empleados suyos comprometidos con la referida exposición, según reseñó Bret Sokol el 19 de enero del 2024, también para el New York Times.

Si ese estafador engañó a la cadena de compradores y, finalmente, a los varios especialistas del precitado museo, ¿usted se cree tan conocedor que puede resultar ileso cuando trata de adquirir obras de gran valor a precio de vaca muerta?

Peor aún, ¿de artistas sobre los cuales usted desconoce hasta una jota?

Una gran lección contra los avaros y codiciosos “compradores de oportunidades” e ilusos.

Y una advertencia a los falsificadores de los artistas maestros.

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