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¿Haití avanzando hacia un narco Estado total?

Olor a basura y a pobreza quemadas transmiten las imágenes procedentes de Haití desde anteayer. Bosquejan una certeza: hoguera llevando a grado incrementado la tradicional y característica desestabilización generalizada de esa sufrida nación.

No hay más pesar y dolor que atestiguar estas horas ruines para el pueblo haitiano; personas humildes y desventuradas privadas del derecho a vivir en paz, civilizadamente y a tejerse un destino mejor para ellos y sus familiares en esa tierra que los vio nacer. Lo han recibido y continúan recibiéndolo de los grupos de lumpen desahuciados y de las rancias y parásitas aristocracias constituidos en Poder.

Argumentando que ayer 07 de febrero 2024 perimió el plazo legítimo del señor Ariel Henry para ejercer como Primer Ministro haitiano, un ex militar, golpista, acusado, procesado y condenado por los Estados Unidos por lavado de activos y tráfico de drogas, ahora devenido en político, es el nuevo “héroe” que reclama el Poder para sí, apoyado en las turbas. ¿Turbas para enfrentar o favorecer a las turbas?

Las fotografías publicadas ilustran el aumento de las personas que, en las calles, demandan la renuncia del señor Henry, un primer ministro que ayer perdió legitimidad política, atizando las llamas de un desorden mayúsculo, nacido del vacío de Poder legítimo, lo único actualmente previsible en Haití. A menos que el haitianizaje del señor Guy Philippe —apenas 39 días antes del término de la legitimidad del primer ministro Henry— resulte de otras claves y entramados, hoy Haití carece de vías: la disposición colaborativa keniana —después de empantanarse varias veces entre los vericuetos jurídicos de esa nación, la reticencia de la ONU a suplirles las vituallas que los kenianos solicitaron para garantizar su apoyo a la policía haitiana— ahora resulta imposible de considerar por gobierno u organismo internacional alguno ante la falta de gobierno haitiano mínimamente legal que la refrende, dado el vacío de Poder que desde ayer impera en esa nación sin que pueda preverse cuánto durará.

El tema de las drogas ha empapado a los más altos del gobierno haitiano desde los Duvalier. Hace doce años, el juez Lamarre Bélizaire, requirió a Jean-Bertrand Aristide, ex presidente (1996, 1994, 2001), y a otros 29 ex funcionarios suyos, para interrogarlos “sobre los hechos que se le imputan”: “malversación de fondos públicos, corrupción y tráfico ilícito de estupefacientes”, según declaró el juez Raymond Jean Michel a AFP.

El ajuste de cuentas del narcotráfico figura entre las causas del asesinato del ex presidente Jovenal Moïse, según el NyTimes (13 de diciembre, 2021): “…antes de ser asesinado, el mandatario estuvo trabajando en una lista de poderosos políticos y empresarios involucrados en el tráfico de drogas en Haití” para entregarla al gobierno estadounidense, escribió María Abi-Habbi, corresponsal para Latinoamérica de ese diario.

Que un ex militar ahora político, vinculado a tales menesteres, pretenda liderar o lidere de hecho la actual crisis, ¿informa que el gobierno haitiano es el escenario de confrontación de grupos locales vinculados al narcotráfico?

De ser así, ¿Haití se consolida como narco Estado total?

Lo que sea, ocurre a plena vista de los gobiernos regionales y de los organismos internacionales.

¿Importa a alguien?